Quienes llevamos casi medio siglo sin poder librarnos del virus terrible que es el periodismo, recordamos otras épocas en que a los periodistas los mataban por política, los deportaban por izquierdistas, nos golpeaban por “necios”, los enjaulaban encueros en un cubo con una rata (como le pasó a Bonillita en 1985) y desde el poder se buscaba silencio o complicidad.
Todo ese poder para la maldad impune o flagrante lo exhiben hoy desfachatadamente los narcotraficantes y sus aliados. Sólo ellos, porque la larga mano de la DEA puede salirles hasta por la ducha, quieren una prensa dócil. A políticos, empresarios, bandidos, farandúlicos y demás especies mediáticas, les da par de tres lo que se diga de ellos o prefieren “sonar” por lo que sea a ser ignorados.
Por lamentable que sea el estado de la prensa, es un buen síntoma que tres comunicadores, Sergio Carlo, Alfredo de la Cruz y Pedro Jiménez, amenazados por un alegado sospechoso por narco, encuentren protección en la Justicia para que se aplique la ley. Ojalá el asunto se dilucide y si hay culpables que carguen su responsabilidad y su pena.