Amar al prójimo

Amar al prójimo

Amar al prójimo

Altagracia Suriel

En la ética de todas las religiones del mundo hay un mensaje común: el amar al otro traducido en hacerle el bien y no dañarlo.

El amor al otro es el amor al prójimo, término cuyo significado se traduce como próximo o cercano. Pero en Jesús el prójimo no son solo los que están cerca sino todo el que necesita ayuda.

La pregunta de Jesús acerca de quién fue prójimo en la parábola del Buen Samaritano asocia la proximidad con la humanidad, con hacer algo en favor del otro, con abrir el corazón para alguien que no es uno de nosotros o que no es como nosotros, frente a quien tenemos la tentación de la indiferencia.

El Buen Samaritano también fue tentado a seguir su camino, pero en él se encendió la luz que transforma el mundo en el Reino de Dios: la compasión o la misericordia. Frente a otro ser humano, de cerca o de lejos, de casa o de afuera, la vivencia de una fe auténtica implica la acción de actuar en respuesta a la necesidad del que sufre.

Pasar de largo, quedarnos lejos, tener oídos sordos, hacernos los mudos o los ciegos frente al otro, no es ni humano ni de cristianos.

La comprensión del amor al prójimo compele a buscar al otro como el Jesús que sale al encuentro del otro sin importar su condición. Jesús salió a buscar a Zaqueo, visitaba reiteradamente a sus amigos, abría su corazón a sus enemigos culturales y siempre estaba presente y disponible.

Su promesa de proximidad, contenida en Mateo 28, 20, es estar con nosotros hasta el fin del mundo.

El amor al prójimo nos lleva a conectar con el otro sin dejar que los afanes y seducciones del mundo nos roben la oportunidad de tener experiencia de humanidad, superando la tendencia a la superficialidad en las relaciones y el encierro en nosotros mismos y en los problemas.

El amor al prójimo es la proximidad, la unión de todos en el Jesús que nos llama amigos y que nos invita a “vivir las cosas de su Padre que nos ha dado a conocer” (Juan 15,15).



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