Llevo semanas reflexionando acerca del nuevo precedente sentado por la jueza Diana Moreno, de la Octava Sala Penal del Distrito Nacional, con la sentencia en la que condena al periodista Álvaro Arvelo a pagar 1.5 millones de pesos a favor del maestro Rafael Solano por difamación e injuria; así como a tres meses de prisión suspendida en la cárcel de Najayo.
No pretendo entrar en consideraciones jurídicas en torno a si el imputado incurrió en los delitos de difamación e injuria al señalar que la autoría de la conocida canción “Por amor”, no corresponde a Solano, sino a Manuel Troncoso; lo que sí procuro es alertar acerca de lo que significaría las condenas reiteradas a periodistas por los denominados delitos de palabra.
Habría que preguntarse qué pasaría si muchos tribunales siguieran la tónica de la magistrada Moreno y mandaran a la cárcel a todo aquel profesional del periodismo que viole preceptos de la Ley 6132 sobre Expresión y Difusión del Pensamiento.
No sería saludable para garantizar las libertades públicas ni contribuiría al fortalecimiento de nuestra democracia, sobre todo en momentos en que la tendencia mundial está marcada por la despenalización de ese tipo de delitos.
En el contexto anterior, indudablemente que la plenitud del Poder Judicial no ha visto esa tendencia. Tampoco la señal del Tribunal Constitucional, cuando a principios del año 2016 anuló siete artículos de la referida legislación, desmantelando parcialmente el entramado de sanciones penales contra los delitos de palabra, que rige desde 1962, acogiendo así un recurso de inconstitucionalidad incoado con el respaldo de la Sociedad Dominicana de Diarios.
La dominicana no escapa de aquellas sociedades, generalmente caracterizadas por la debilidad institucional, en las que lo obvio no parece tal; y a cosas irreales se les buscan diversas formas, bajo falsas premisas para construir percepciones de que son verosímiles.
Y es por eso resulta preocupante el silencio ante la condena a Alvarito en el aspecto relativo a la reclusión.
El Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), por lo menos, debió pronunciarse públicamente, en vista de que sus miembros, por cuestiones propias del ejercicio, están expuestos a condenas de esa naturaleza.
En términos académicos, un periodista es el profesional egresado de un centro de estudios superiores preparado para dedicarse al ejercicio del periodismo, en cualesquiera de sus formas, ya sea en la prensa, la fotografía, la radio, la televisión o los medios digitales.
Dentro de sus tareas cotidianas figuran las de descubrir e investigar temas de interés público, contrastarlos, sintetizarlos, jerarquizarlos y difundirlos.
Naturalmente, ese profesional debe regirse por una serie de principios cuya jerarquía la encabece la búsqueda permanente de la verdad, y para lo cual pone en práctica una serie de técnicas adquiridas a lo largo de sus estudios
Los que ejercemos el periodismo debemos estar alerta para luego no tener que lamentar y repensar el contenido del poema escrito por el líder luterano Martin Niemöller, que simboliza la cobardía de los intelectuales alemanes durante el régimen de Adolph Hitler: “Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada porque no soy socialista; luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada porque no soy sindicalista; luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque no soy judío; y luego vinieron por mí, y no quedó nadie que hablara por mí”.
En relación a la autoría de “Por amor”, me imagino a Alvarito, cuando esta semana sea leída la sentencia condenatoria, pensando como lo hizo el científico italiano Galileo Galilei en la época del Renacimiento, después de su abjuración ante la Santa Inquisición; pronunciando una frase similar a la célebre “eppur si muove”.