En una nota publicada hace 15 días sobre las dificultades de algunas personas al escribir, en contraste con la facilidad aparente en otros, saqué de la memoria el empeño de Germán Ornes por publicar artículos limpios de gazapos y de palabras innecesarias.
¿Representaba su caso una muestra de dificultad o incapacidad para escribir? No, era en cambio, y es, una muestra de exigencia consigo mismo y de responsabilidad frente a lo que hacía para los otros.
Aprendí entonces que escribir no es fácil, no importa quien diga lo contrario. Y debido a la presión de la hora de cierre, la incorrección de algunos escribidores y el cuidado de las formas sociales, la edición de prensa es desafiante.
Hay cazadores de gazapos dentro y fuera de los periódicos, pero de todos modos se escapan, particularmente en los diarios, y como tengo reparos a las críticas por estas contingencias, aprovecho las recibidas de un lector para presentar tres justificaciones, no más:
Primera. Cuando un ensayista, investigador o poeta publica una obra han pasado meses, o años, de trabajo sobre ella y, sin embargo, se deslizan errores de forma y fondo.
Antes, al final de libros, podía encontrarse la “fe de erratas” como recurso para subsanar faltas. El periódico, en cambio, suele ir de la sala de prensa a la impresora en apenas horas y a pesar de ello, a veces no salen yerros de importancia.
Segunda. La lengua castellana es complicada, extensa, y de una atención muy marcada en la forma, como si hubiera sido hecha para la poesía. Y tal vez está en esta inclinación la causa de que sea en una obra literaria, El Quijote, a donde haya ido a dar lo mejor de la filosofía en esta lengua. Su gramática se parece bastante al álgebra.
Tercera. Hoy día los periodistas se fían demasiado de herramientas puestas a su alcance por las tecnologías de la comunicación y pierden, como consecuencia, el celo por la calidad como aporte personal. Sin un conocimiento amplio y profundo de la lengua y sus normas no es posible comunicar bien y sin ruidos. Las reglas de la escritura correcta son descuidadas hoy.
Y una queja. Escribir para otros y hacerlo al margen de propiedad, claridad, concisión, elegancia y corrección es faltar al deber profesional. Pero en cualquier caso es doloroso ver el uso dado en algunos casos a la prensa, como es el de parasol, paraguas, papel para limpiar cosas. Sí, eso mismo, cosas.
El aprendizaje de la lengua castellana puede haber sido, hace siglos, un deber político para los peninsulares, pero hasta donde tengo entendido no ha sido un hecho económico. Cultural, sin duda lo es, y esto no es poca cosa.
Revisar la gramática una vez al año, por lo menos, es útil y en algunos casos un deber, como cuando se escribe hoy para publicar en unas horas y se quiere hacer prevalecer el fondo con el cuidado debido de las formas.