Alguna vez ese balance habrá de hacerse

Alguna vez ese balance habrá de hacerse

Alguna vez ese balance habrá de hacerse

Rafael Chaljub Mejìa

Cincuenta y cinco años es mucho tiempo. Y aún las consecuencias de la intervención militar norteamericana del 28 de abril de 1965 se sienten todavía. Esa intervención impidió el triunfo de la revolución constitucionalista y franqueó las puertas a la imposición de la contrarrevolución en el poder. Obvio.

En 1966 se implantó el gobierno balaguerista de los doce años. Un régimen con las formalidades de la democracia representativa, pero esencialmente castrense, basado en un aparato militar y policial sin precedentes en nuestra historia. Una dictadura militar bajo la dirección política de un civil.

Se anunció el fin de la ocupación militar en agosto de 1966, pero la intervención norteamericana adquirió dimensiones mucho más variadas. Se diseñó todo un programa de contra insurgencia, Joaquín Balaguer lo ejecutó y los agentes yanquis ejercieron una supervisión creciente y permanente.

Para esa época solo Brasil, Thailandia y Viet Nam tenían más agentes de la CIA operando en su territorio que la República Dominicana. Un componente fundamental del plan fue la represión, que se practicó en las formas más groseras incluyendo los asesinatos selectivos, el terrorismo y la tortura para destruir las fuerzas revolucionarias y el movimiento obrero y popular.

También se diseñó toda una labor de “reingeniería social” para aumentar el poder del capital norteamericano, de las clases poderosas y a la vez ensanchar y sobornar las capas medias urbanas, hasta entonces una de las grandes canteras de militantes y movimientos revolucionarios.

El trabajo de perversión moral, de deformación ideológica y penetración cultural marchó parejo con los otros componentes y la realidad de hoy, el predominio del conservadurismo en lo político y la forma de pensar de la generación actual están profundamente marcadas por la aplicación de las recetas ideológicas de la contra insurgencia.

La principal víctima ha sido la izquierda revolucionaria; a ella, pues, corresponde la tarea de pasar balance a estas experiencias, analizar cuál fue su línea después del fracaso impuesto de la revolución de abril, cuál su práctica y su historia en estos años de posguerra y cuál su respuesta al plan que bajo supervisión yanqui se ejecutó y aun se sigue ejecutando contra ella. Ese balance es un deber y un requisito indispensable para aprender las lecciones, reafirmarse en los principios, pero reorientar sus ideas y su práctica conforme a la realidad de hoy y recuperarse de las pérdidas sufridas.



Rafael Chaljub Mejía

Columnista de El Día. Dirigente político y escritor.

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