No existe una forma más “inteligente y maquiavélica” para no abordar graves problemas de una sociedad, que minimizarlos o ignorarlos por completo, aunque sus consecuencias sean funestas para amplios sectores.
Eso es lo que sucede con la grave crisis interna que se está produciendo en el seno del Comité Olímpico Dominicano.
En esa estructura autónoma, respaldada íntegramente por el Estado, es decir, por todos los dominicanos, se libra desde hace más de un año una guerra intestina sin cuartel que ha aflorado fuera de sus límites, sin que nadie hasta el momento haya dicho “esta boca es mía”.
Con las informaciones, que son de dominio público, se debió haber producido la intervención de alguna autoridad del área deportiva para poner las cosas claras, dado que los gobiernos invierten millones a través del COD.
Y es que las denuncias de supuestas irregularidades provienen de connotados dirigentes del propio Comité Olímpico, lo que da más peso para realizar una investigación.
Creo, hasta prueba en contrario, en la seriedad de los integrantes del COD, pero eso no significa que no se efectúe una pesquisa para dejar en claro la veracidad o no de las delaciones.
En ese sentido, corresponde al Ministerio de Deportes y a la Cámara de Cuentas efectuar las indagatorias de lugar.
RADARES.-El béisbol profesional genera pasión en el país como ninguna otra actividad, pero esa “fiebre” por la pelota no debe producir inercia en las autoridades de Salud Pública por mantener un control estricto de los protocolos que deben primar en ese espectáculo, en momentos en que el Covid-19 sigue dando “agua de beber” en la población. Hay que ser inflexibles en su aplicación para evitar males mayores y para que no nos cojan “fuera de base”.