En los predios vernáculos de análisis y mentideros sobre el baloncesto de la NBA, los últimos tres años el tema de la idoneidad o no de Alfred Horford como jugador estable en el mejor circuito del mundo, ha sido recurrente.
En mayoría, expertos y vocingleros de los medios o en tertulias particulares se empecinaron en denostar el nivel competitivo de Alfred y solo una parte ínfima fue consistente en sustentar que sus juegos hay que verlos y no hablar solo bajo la lupa de estadísticas que se plasman en blanco y negro.
Hay quienes hablaron de su ‘inminente’ retiro de la NBA a la luz de su paso opaco por Philadelphia 76ers (2019-20) y Oklahoma City (2020-21), con los cuales no pudo encajar en sus sistemas.
Muchos aquí denostaron a Boston cuando en 2021, a sus 35 años, lo retornó a casa con un contrato a dos campañas y US$53.5 millones, lo cual se antoja como un reconocimiento explícito a la labor que rindió en su etapa previa en el TD Garden (2016-2019), tanto dentro como fuera del rectángulo.
Cierto es que, de verde, Horford contribuyó en grande a maximizar las habilidades de sus compañeros y al crecimiento del conjunto, como lo muestra el que en dos de tres temporadas los Celtics alcanzaron las finales de conferencia y en 2018 quedaron a una victoria de la final de la NBA.
Con su actuación este 2022, Alfred ha hecho ver que los jerarcas de Boston sabían por qué apelaron a su retorno al Garden, ya que sus aportes no se limitaron a los 5, 8, 10, 12, 14 o los 30 puntos que una vez anotó en un partido rumbo a alcanzar la anhelada Final.
Tampoco lo más visible son los 8, 12 o 14 rebotes que muestran las cifras frías, pues su liderazgo y jerarquía como maestro consejero incrementan su valor, similar al papel que desempeña en la transición ofensiva y al balance defensivo juego a juego.
Con mayor exposición en la actual postemporada, Horford ha puesto de relieve ante los seguidores locales, el valor de la decisión de Boston, así como el de aquellos que aconsejaban ver sus juegos, para que entonces pudieran analizar con propiedad sobre su valía.
A todos los dominicanos debe llenar de orgullo tener un representante de altos kilates en el mejor baloncesto del planeta, en un deporte universal cuyo nombre refleja el de la República Dominicana.
Un Horford que acaba de inscribir su nombre junto al de figuras legendarias como Elgin Baylor (1970) Karren Abdul-Jabbar (1984 y 1985), Karl Malone (2004) y LeBron James (2020) como los únicos en anotar 200 o más puntos, tomar sobre 150 rebotes y otorgar 50 asistencias en unos playoffs con 35 años cumplidos.
A nosotros nos da una inmensa satisfacción, que el más alto sitial alcanzado por jugador dominicano alguno en la NBA, lo haya logrado aquel niño que, calladito y como ensimismado, muchas veces acompañó a su madre Arelis Reynoso, en faenas propias de los periodistas del ‘pisotón’ que confluimos en aquellos días.
Por ahora solo nos queda augurarle éxitos y desear suerte en el anhelo de Alfred de convertirse en el primer criollo en lograr un anillo de campeón de la NBA, frente al poderoso Golden State Warrior de Stephen Kerry.