Han quedado con la carabina al hombro los que no daban credibilidad a las denuncias de que la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) estaba constituida por una mafia que durante años implementó como política el dolo, la corrupción y el soborno entre todos sus afiliados alrededor del mundo.
Pero como no hay nada oculto bajo el sol, todos los pormenores han salido a flote con una certeza extraordinaria.
Hace unos días, el francés Michel Platini, expresidente de la UEFA, y quien estaba como el seguro sustituto de Joseph Blatter al frente de la FIFA, alegaba que había sido víctima de chantejes y mentiras para que no llegara a presidirla.
Blatter, quien durante años fue el principal promotor de todas esas barbaridades, sabe lo que hay, por lo que ha preferido callar, consciente de que “en boca callada no entran moscas”.
De acuerdo a informes, el desfalco directo del expresidente ascendió a 80 millones de dólares, apenas en los últimos cinco años, entonces hay que suponer que esas anomalías debieron haber pasado en toda su presidencia, que se extendió de 1998 hasta 2015.
El tema podría parecer ya historia, pero las palabras del actual presidente Infantino deben llevar a la reflexión, cuando dijo hace dos días: “La FIFA ha pasado de ser tóxica, casi criminal, a ser lo que debe ser, una organización que se preocupa por el fútbol”.
Este caso lo traigo a colación, para llamar la atención, porque hay que poner una alerta roja permanente, porque ya que son muchos los dirigentes, incluyendo en nuestro país, “que corren y vuelan como perros por su casa”.
