Reconozco que en nuestro país nos hemos acostumbrado a que cuando se está en campaña política se vale de todo. Sin embargo, hay partes sensibles de la población que nadie se atrevía a convocar para sacar ventajas. Y una de esa parte era n los atletas de alto rendimiento.
El lunes pasado, por primera vez en la historia, se utilizaron a los atletas de primer nivel para formar parte de una campaña política y los colocaron como protagonistas frente al presidente de la República, Luis Abinader.
Reitero que la acción de entregarles recursos económicos a los atletas que nos representarán en los próximos Juegos Olímpicos no es mala; sin embargo, no hay que ser científico de la NASA para saber que la finalidad de ese “show” es para sacar beneficio político.
La evidencia está que en la versión anterior de los Juegos Olímpicos celebrada en Tokio, Japón, este mismo gobierno recibió a los atletas en el Palacio Nacional y les entregó la bandera, pero no les ofreció nada. Los incentivos que recibirían fueron anunciados el 15 julio , ocho días antes de empezar el evento.
Me sorprende que todavía las autoridades del Comité Olímpico Internacional (COI) no se hayan pronunciado al respecto, porque esa entidad es obsesionada en mantener el deporte lejos, a toda costa, de la política partidaria.
Es justo reconocer que el presidente Abinader ha hecho aportes muy significativos al desarrollo del deporte en el país, pero los beneficios no han surtido el efecto esperado, porque se han hecho bajo el desorden y la falta de planificación. Nadie puede esconder la fea situación que vive en el movimiento deportivo nacional, con un Comité Olímpico sumido en la peor crisis de su historia. Siendo lo peor que el ministro de Deportes, Francisco Camacho, es uno de los principales protagonistas en el desorden, cuando debería jugar un rol estelar en la solución.