Correr detrás de alguien. Correr detrás del tiempo. Correr detrás de algo. Nos pasamos la vida corriendo, parece un maratón en el que no importa la resistencia, sino la velocidad.
Es como que alguien nos persiguiera, nos empujara y, si se nos ocurre detenernos, estemos perdiendo algo.
A veces es como en esos videojuegos que tanto gustan hoy en día en los que el personaje lucha, avanza, tiene una meta y siempre está comenzando.
Como ven, hablo de algo, de alguien, pero de nada específico, porque es como una acción aprendida, obligada.
Si no te sumas a esta carrera ya eres diferente, se te pone otro título y parece que se cierran oportunidades.
Siempre abogo por el balance. Hay momentos en los que se debe apretar el paso, tomar la decisión y avanzar sin importar quien esté detrás o delante.
Pero hay otros en los que hay que detenerse, aunque otros te rebasen, porque si no eres capaz de tomar fuerzas, de disfrutar aquello que logras, de compartirlo con los demás, responde a algo: ¿para qué lo quieres?
Escucho mucho decir que esta pandemia ha cambiado las prioridades, que ahora somos capaces de apreciar lo que antes nos parecía normal. Pero aún así, siento que esa carrera por lograr las cosas persiste y que no estamos aprovechando realmente la oportunidad de tomarnos el tiempo para decidir hacia dónde queremos ir. Cuando todo en tu vida da la vuelta, cuando aquello que dabas por sentado desaparece, salir corriendo no es la respuesta.
Pararse, respirar, analizar, asumir, reaccionar y actuar definitivamente sí.
Si algo he aprendido en estos días es que quiero caminar al paso y ser capaz de decidir si quien era antes del Covid es quien quiero ser ahora. Y corriendo no lo voy a lograr. ¿Y tú?