Hasta el mismo sábado 14 se publicaron muchas encuestas de sastrería y declaraciones insensatas. Las elecciones no se ganan con mentiras. Hasta última hora se apeló a una segunda vuelta que únicamente era posible en sueños opiáceos.
El prestigio del presidente, labrado durante 4 años, era una carta segura del triunfo. El caos del PRM un boleto seguro para la derrota. Los demás mantuvieron su liliputiense votación.
Ninguna sorpresa era posible.
A partir del pasado lunes 16 le toca al PLD hacer una gestión de gobierno superior a todas las demás para seguir cosechando el favor del pueblo en futuras elecciones.
Al PRM y los partidos diminutos, fajarse a trabajar día a día en conseguir apoyo popular y no esperar al 2019. No existe discurso mágico que haga ganar unas elecciones a la oposición, especialmente con un gobierno excelentemente valorado.
Si algo está provocando errores graves de quienes se oponen al PLD es desconocer que dicho partido, fundado por Juan Bosch en 1973, es una excelente maquinaría política que desde su fundación trabaja diariamente para sostenerse en el poder.
No es un partido de elecciones, pero si que se ha adaptado al sistema electoral. Y sobre todo que tiene una dirigencia bien articulada y con vocación de poder, tanto cuando ha estado en la oposición, como cuando es gobierno.
La democracia implica la alternabilidad, nadie lo duda, pero demanda capacidad de la oposición para desplazar al partido en el gobierno. La política es un ejercicio de inteligencia, trabajo arduo, cotidiano e inteligencia.