Boca Chica.-Ganarse mil dólares solamente por no usar protección durante una de sus tantas relaciones sexuales con hombres fue lo máximo para “El chocolate”… Su ambición le desgració la vida: el cliente lo infectó del VIH/sida.
“El chocolate”, como se hace llamar el joven en el mundo de la prostitución homosexual, empezó a visitar Boca Chica a sus 13 años, pues su familia vivía en Los Coquitos, empobrecida comunidad ubicada cerca de esa área turística.
El joven, que hoy tiene ya 26 años, veía cómo sus amigos se ganaban 20 y hasta 30 dólares en un día, “simplemente” saliendo con extranjeros, en casos remotos con dominicanos, y le gustó la idea de hacer lo mismo.
Entendía que acostarse con un hombre a cambio de dinero no era nada malo, ni mucho menos que eso significara que él fuera gay. Según su creencia, seguía siendo “un verdadero macho”.
Inicio de la desgracia
El tiempo fue pasando, y “El chocolate” le seguía tomando amor a salir con hombres extranjeros que conseguía en la playa, pues ellos pagan mejor.
Ir todos los días a ese lugar y determinar quién necesitaba compañía personal no era un “trabajo” difícil para él, todo lo contrario, se divertía.
A sus 18 años conoció un elegante puertorriqueño que le pagaba muy bien por sus servicios sexuales.
El turista iba y venía de su país, pero cuando regresaba a República Dominicana siempre buscaba a “El chocolate”. Era su preferido. El joven es alto, tenía un cuerpo musculoso, piel morena, sexy, cabello un poco liso y, sobre todo, era muy higiénico.
Cuando el extranjero llegaba, “El chocolate” no “trabajaba” durante el tiempo que el puertorriqueño estuviera en el país.
Se hospedaban en un lujoso hotel que él pagaba para “pasarla bien”, pero siempre usando protección, “porque había muchas enfermedades”.
La perdición de muchos
Ellos duraron dos años en lo mismo, pero cuando el jovencito tenía ya 20 años, el turista quería que tuvieran relaciones sexuales sin protección y para eso le ofreció mil dólares, suma nunca antes vista por el joven en toda su “carrera” de prostitución.
Aceptó, pero eso le costó prácticamente su vida y todas sus ilusiones: actualmente vive con sida y pensando que él es una basura que la sociedad desprecia.
Él es tan sólo un ejemplo de miles de jóvenes que se dedican a vender sexo, pero que al final quedan como “muertos vivos”, bagazos, que después que pierden su salud, belleza y juventud no les sirven a quienes en sus años mozos los buscaron para sentir placer.
“El chocolate” es un “sanky panky”, y es uno de las “ofertas” que tiene el mercado de la prostitución masculina.
Negocio de la prostitución
Además, existen los gays, y los transexuales.
“Antes de meterse a este mundo de la prostitución hay que pensarlo muy bien, puede parecer lindo, pero no lo es”, dice “El chocolate”, arrepentido.
Los extranjeros que más buscan prostitutos en Boca Chica son los europeos, mayormente los franceses e italianos.
¿Cómo identificarlos?
Identificar un posible cliente en esa playa no es un trabajo difícil para los llamados “sanky panky”.
Sentarse en la arena y esperar que uno de esos extranjeros haga un movimiento medio extraño o una mirada un poco perversa es suficiente para determinar que ese turista anda buscando jóvenes para sostener relaciones sexuales.
Luego de identificar que el hombre anda en busca de sexo por paga, el siguiente paso es sentársele próximo, quitarse su camiseta, preguntarle si tiene crema y pedirle que se la ponga en la espalda.
Y así empieza la conversación entre un turista y un prostituto en la mayoría de los casos, porque también hay algunos que se te “tiran” directamente.
Los precios que cobran esos jóvenes dependen de la edad del cliente, si es muy, pero muy viejo se le cobra entre 250 a 300 dólares o euros, si es un poco joven el pago es de 100 a 150.
Hay que tener “velbo”
“El Puchi”, otro “sanky panky”, quien inició desde los 6 años a visitar Boca Chica, tiene ya unos 8 años dedicándose a la prostitución masculina, y asegura que para conseguirse buenos clientes hay que tener mucho “velbo”, incluso, entiende que no todo el mundo da para eso.
Bajo un candente sol, sentado en la blanca arena de Boca Chica, el joven de 21 años, moreno y delgado, narra a EL DÍA que no todo es felicidad en ese mundo.
“Aquí la Politur quiere que uno se consiga sus clientes y que le saque su dinero, y si uno no lo hace te entran a golpes”, señala “El Puchi”.
“Mangar su visa”
Los policías turísticos de Boca Chica golpean sin ninguna contemplación y hasta los llevan preso a la llamada cárcel Los Tanquecitos si los “sanky panky” no les pagan su “peaje”.
“Esto no es color de rosa, yo lo hago porque no tengo otra opción y tengo la esperanza de que aquí puedo mangar mi visa”, enfatiza el joven, quien entiende que los policías de la Politur lo que quieren es truncar lo que él llama “futuro”.
Quien se mete a este mundo de la prostitución no tiene retorno de salida…
Y justo así le ha pasado a “El chocolate”, quien seis años después de haberse contagiado del sida no es ni la sombra de lo que era.
Bebe y consume drogas casi a diario, su cuerpo ya no es musculoso, está delgado, con manchas en la piel, sin higiene y prácticamente sin alma.
Contagió del sida a la que hoy es su esposa, y prefirieron no tener hijos por su enfermedad. Vive como si nada le importara y maldiciendo a todo el que le cruza cerca. Él se siente como una real “piltrafa humana”.
Los peligros que a diario enfrentan esos prostitutos es peor que la ganancia que obtienen con su “trabajo”.