Aislamiento y movilidad

Aislamiento y movilidad

Aislamiento y movilidad

Wilfredo Mora

La pandemia no es solamente un fenómeno social, lo es profundamente cultural. Aunque el virus puede perder la batalla, es significativo prestar atención a los factores claves de la cuestión presente: el distanciamiento y la movilidad sociales.

En la matriz de la antropología, de la ecología, poseen un lugar privilegiado algunas teorías del aislamiento social y de la movilidad, que son los dos factores principales en determinados fenómenos que tienden al extremo. Tal es ahora el Covid-19, pero también fue la locura, la lepra en su época, y el encierro de los delincuentes, en crisis perenne.

El extremo del aislamiento puede producir enfermedades mentales y ciertas psicosis. Pero el distanciamiento social es el refugio para evitar que el virus nos alcance. Algunos los comprenderán cuando se hayan contagiados, y otros aplicarán el autodistanciamiento, porque culturalmente no hay otra forma de sortear el problema viral.

A diferencia del aislamiento, el distanciamiento social no es un factor predisponente ni precipitante, sino de prevalencia (a partir de ahí disminuye el contagio) y constituye un límite preventivo.

Nuevos significados positivos pueden despertar la insularidad y el distanciamiento social en la República Dominicana, ya que nos hemos convertido en una cultura ruidosa y la participación social se ha desorganizado.

La movilidad frena el desarrollo social de los barrios. A las persona las sitúa en el anonimato. Desde el punto de vista espacial, incide en la duración de nuestros desplazamientos, de las visitas que hacemos o recibimos, el tiempo de las compra en el supermercado.

Los intervalos de frecuencia para interaccionar, participar en reuniones, el sentimiento de duración en el hogar o local en que debemos permanecer o habitar, caracteriza y condiciona la vida que nos ha impuesto la pandemia.

Es así como el Covid-19 se vuelve cultura; el sistema de saludad informa los datos del curso y desarrollo que lleva la epidemia. Al describir esta crisis sanitaria –y cual crisis social– dirán los sociólogos que la desorganización personal es un efecto y un reflejo de la desorganización social.

Desde el punto de vista de la cultura, la ciudad seguirá plegándose en sus relaciones sin importar la diferenciación de roles y nuevos papeles de convivencia derivados de la crisis sanitaria.

Lo único que haría posible que el Covid-19 traspase la líneas de la vida social es que las actividades normativas ocurran con desorganización, con aumento de la concentración de la población, responsable del aumento de la enfermedad.

Es decir, con rigidez y anomia y sobre todo, por falta de colaboración de los ciudadanos.



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