Aires nuevos para un país en espera

Aires nuevos para un país en espera

Aires nuevos para un país en espera

Roberto Marcallé Abreu

MANAGUA, Nicaragua. Con frecuencia, miro a través de los ventanales salpicados por el aguacero reciente, la noche cerrada y silenciosa, la impasible arboleda y una luna blanca y misteriosa que nos observa, impasible, desde la infinita oscuridad del cielo.

Leo, absorto, mi novela “Rastros de cenizas” que un amable amigo me ha traído desde República Dominicana. Me poseen el asombro y la alegría al acariciar el texto, apreciar todos y cada uno de sus detalles, sentir en el alma el asombro de este milagro que es la creación, la imaginación, las enigmáticas realidades y las interrogantes que peregrinan por sus páginas.

Pienso en la Patria distante, con una suma de alegría y de nostalgia. Hay logros reales que tocan nuestro orgullo. Son muchos los problemas, solo que la esperanza se hace poderosa cuando se alimenta de realidades, de posibilidades, aspiraciones y sueños.

Haber escogido para dirigir los destinos nacionales a una persona serena, apacible, de visión, amante de la tierra que lo vio nacer para orientar nuestros destinos en los años por venir, habla de manera muy encomiable de nosotros mismos, pese a que es extensa, compleja y plagada de dificultades la agenda de los asuntos pendientes.

No olvidemos que son graves las dificultades, los intereses, los poderes de toda naturaleza dispersos en numerosos ámbitos a enfrentar o vencer. La fe es fundamental, igual que el consenso de voluntades.

La acechanza de la perversidad y de la componenda son poderosos. Por años la oscuridad se proyectó en todas direcciones, echando raíces y fortaleciendo hasta el infinito su presencia.

Por eso, resulta inconcebible el asesinato de una arquitecta embarazada de manos de un agente policial. Es preciso investigar y someter a la justicia a todo aquel que fue copartícipe de ese crimen incalificable.

Despacio, pero con firmeza, estas realidades aviesas y deplorables ceden, se debilitan. Era hora, para citar uno de los problemas más graves, el ponerle freno, de manera radical, a la permeabilidad de nuestra frontera. Y establecer reglas claras para evitar la “invasión de vientres” y la contratación de ilegales en perjuicio de la mano de obra dominicana.

El presidente Abinader, enfrentando intereses creados de inescrutable poder, optó por la protección de nuestros límites territoriales, que es como decir por el sagrado concepto de Nuestra Patria.

Permitir esa turbia flexibilidad era la impostura más deleznable e intolerable. Desde la autoridad presidencial, sin tregua y desde sus mismos inicios, decidirse por un poder judicial independiente y hacer de ese anhelo de todos una realidad concreta y palpable, ha venido a significar un avance sin precedentes. en un inconsistente estado de cosas en el que la corrupción más desaforada e inaceptable se habían adueñado de las instituciones y, más aún, de los destinos de la República Dominicana.

Son numerosos los avances alcanzados en apenas un año. Enfrentar la pandemia sin tregua, iniciar la transformación conceptual y estructural de las instituciones, atacar el delito, proteger a los débiles y los indefensos, enfrentar el poderoso comercio de estupefacientes, adecentar el servicio exterior y restaurar el rostro de República Dominicana, son logros de gran trascendencia. Y este es, apenas, un comienzo.

La gente observa los resultados con satisfacción, pero sigue expectante. Quiere que desaparezca de nuestra práctica política la palabra “intocable”. El país marcha por un sendero diferente y, en la medida en que pasen los días, esta nueva percepción de nuestro destino avanzará de forma irrefrenable.

Apenas hemos dado algunos pasos en la dirección correcta y uno siente que el aire que respiramos es mucho más puro y reconfortante. Y eso, sin dudas, debe colmarnos a todos de profunda satisfacción.

 



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