Agustín Ramírez emerge y se gana a puro pulso un espacio con los Marlins
Desde las estrechas calles de Los Alcarrizos hasta los estadios más imponentes de las Grandes Ligas, el viaje de Agustín Ramírez ha sido una travesía marcada por el sacrificio, la fe y una determinación inquebrantable.
Hoy, como receptor de los Marlins de Miami, Ramírez representa mucho más que un uniforme.
Con una humildad increíble, Ramírez compartió su historia en el programa radial Diamante Deportivo, agradeciendo a Dios y a su familia por acompañarlo en cada paso. “Hemos trabajado muy duro para esto. Esto es solo el comienzo”, expresó en el espacio producido por Baudillo Jiménez, William Aish, Pedro Briceño, Bienvenido Carmona Jr y Josué Batista.
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Su amor por el béisbol nació en las pequeñas ligas, jugando con Los Piratas de Saúl. Más adelante, se trasladó a San Cristóbal, donde comenzó el camino que lo llevaría a firmar con los Yankees por $400,000, gracias al respaldo de Alfredo Domínguez y Pablo Sosa. Sin embargo, su nombre no figuraba entre los más sonados. “Yo no fui el prospecto famoso”, confesó. “Después de la pandemia pensé en dejar el béisbol, pero decidí que cada oportunidad la iba a aprovechar al 2000%”.
Su llamado a Grandes Ligas fue sacado de una película. “El manager me llamó a la oficina y me dijo que llamara a mi niña… que tenía que verme en Grandes Ligas. Fue una emoción demasiado grande”. Su debut fue ante los Dodgers, compartiendo terreno con figuras como Shohei Ohtani y Mookie Betts. “¡Qué bacanería! Uno los veía por televisión y ahora estoy ahí, detrás de ellos”, relató entre risas.
Detrás de cada jugada, está el sacrificio de su familia. Su madre, una luchadora incansable, y su padre, con 27 años de trabajo en Leche Rica, le dieron no lujos, pero sí valores y el pan de cada día. “Gracias a Dios, siempre tuvimos lo esencial y un hogar lleno de amor”.
El cambio de los Yankees a los Marlins lo tomó por sorpresa, pero lo abrazó con fe. “Fue algo que no me esperaba”, dijo. “Estaba con mi familia, mi novia, mi hija… y me dije: ‘yo tengo un propósito’. Todo el mundo me decía que algo grande venía. Y gracias a Dios, se está dando”.
Aunque su ofensiva ha llamado la atención, Ramírez no descuida su labor defensiva. “He trabajado bastante y sigo mejorando. Soy un receptor que puede bloquear, tengo buen brazo. Estoy afinando detalles, como el cambio de pelota y el tiro. En estos tiempos todo se mide, y uno tiene que seguir ajustando”.
Su relación con los lanzadores dominicanos del equipo ha sido clave. “Eury Pérez, Edward Cabrera, Sandy Alcántara… tremenda gente. Hicimos una química buenísima desde el Spring Training. Es como si nos conociéramos de toda la vida”.
Sueños con la patria
Su sueño de representar a la República Dominicana en el Clásico Mundial de Béisbol sigue muy presente. “Eso sería un privilegio grandísimo. Verme ahí, con ese uniforme… uff”, expresó emocionado.
Además, no descarta jugar en la pelota invernal con los Gigantes del Cibao. “Me hicieron sentir en casa. Solo falta el permiso del equipo, pero todo el mundo me dice lo especial que es jugar en tu país”.
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