ATrump lo escogieron los estadounidenses de agua dulce, aquellos que viven, y usualmente nunca salen, de la zona rural.
Los de agua salada, los de la costa, apostaron por Clinton. Basta ver el mapa electoral con sus bordes azules y en el centro una enorme mancha roja, salvo Florida y por poco, y los sureños costeros. También podemos pensar en un Trump rural y una Clinton urbana.
De hecho Trump no ganó ni un solo centro urbano de más de un millón de habitantes, incluso donde ganó a nivel estatal.
En mi estancia en Estados Unidos, entre 1992 y 1994 tuve la oportunidad de vivir en Carbondale, Illinois, donde estudié inglés en Southern Illinois University, pueblo pequeño, rodeado de sembradíos, donde conocí muchos blancos americanos pobres que buscaban ropa usada y compraban con cupones de alimentos.
Y el resto en Chicago, en Loyola University, ciudad impresionante, la más europea de las ciudades de Estados Unidos, donde los pobres eran los afroamericanos y mexicanos. Ahora el Sr. Trump se enfrenta a un grave dilema, o gobierna para las finanzas y el libre comercio, enfrentado el rechazo de sus votantes, o gobierna para los votantes suyos y sume a Estados Unidos en una profunda crisis.
La vanguardia de los Estados Unidos en ciencia, tecnología, comercio y finanzas es salada. Su retaguardia dulce es autárquica, rechaza la teoría de la evolución y es indiferente al resto del mundo. Con republicanos y demócratas en el Congreso opuestos a su discurso decimonónico no la tiene fácil.