Santo Domingo.-Él soñaba con ser piloto de helicóptero, pero la vida se encargó de que se fuera enamorando de la Medicina, en especial en el área traumatológica, sin darse cuenta.
Marcelo Puello cursaba su último año de bachillerato en el colegio San Francisco de Asís, y cerca del centro educativo está el hospital Docente Universitario Doctor Darío Contreras, lo que nunca se imaginó fue que su afición por los radios “11 metros” (radio de comunicación de banda ancha para aficionados) lo llevarían a involucrase con el centro asistencial a través de un voluntariado.
El hoy cirujano ortopeda y traumatólogo narra que en esa época los voluntarios tenían una pequeña oficina al lado de la emergencia, y cuando llegaba algún accidentado a esa área ellos se encargaban de preguntarle sus datos personales con el objetivo de localizar los familiares más cercanos.
En ese entonces no había celulares, solo “beepers”, y lo tenían los más ricos.
“Muchas veces no había cómo comunicarse con los parientes del paciente y estos aparecían dos o tres días después de que el enfermos estaba ingresado en el centro de salud.
Así que a través de la red de radio “11 metros” mandábamos un mensaje y si alguno de los compañeros de la red estaba cerca de esa dirección este llegaba o en último caso llamaban a la casa y contactaban a los allegados.
Eso me motivó a que yo me involucrara en la emergencia del Darío Contreras”, cuenta Puello.
La indecisión
Al concluir su educación media tenía el deseo personal de ser piloto de helicóptero de la Fuerza Área Dominicana, pero también le atraía la Medicina. Con todo listo para ingresar a la academia de la Fuerza Aérea, quince días antes, su padre Marcelo Puello Bello, recibió la visita de un viejo amigo, el teniente general Antonio Cuervo Gómez, y durante una conversación le comentó las aspiraciones de su hijo.
“Ese señor era secretario de las Fuerzas Armadas de ese entonces. Me mandaron a buscar al hospital y me dijo: usted primero va a ser guardia médico y después decidimos si quiere ser piloto.
Y me gustó la idea.
Ocurrió un sábado, y el lunes yo estaba temprano en la Secretaría de las Fuerzas Armadas, como se le llamaba entonces, y cuando fui salí siendo raso estudiante de Medicina”, narra.
De ahí, prosigue el coronel médico, se fue a inscribir a la Universidad Tecnológica de Santiago.
“Recuerdo y agradezco muchísimo que monseñor Bello Peguero, mi primo, fue quien pagó la inscripción en la Universidad, en ese entonces, me dijo, mira esa es mi ayuda. Ahí entro a la vida militar y a estudiar Medicina”.
Explicó que durante su formación, en los años 1996 a 1999, muchos de sus profesores le decían: “tú lo que vienes es a formalizar un estatus. Tú eres más cirujano que cada uno de nosotros”.
Afirma que la práctica había sido muy provechosa, a tal punto que él hacía muchas cosas bien sin ninguna formación académica.
Una semana sin verme
En una ocasión, durante su etapa de residente en formación junto a Elio Méndez Dotel, Franklin Milian y otros, le llamaron por la bocina del hospital del Darío Contreras para que se presentara al área de información de la emergencia.
“Cuando voy, era mi papá, y le digo: ¿ qué te pasa? , y el me responde: “nada mi hijo tengo una semana que no te veo”.
Ahí se dio cuenta que tenía una semana dentro del centro asistencial, siempre recuerda ese momento.
Puello explica que esto ocurría porque muchas veces terminaba el servicio y llegaba un caso de emergencia en horas de la madrugada y “terminábamos nueve a diez de la mañana de esa emergencia”.
Después iban al comedor y retornaba a operar.
“Uno no se daba cuenta de cómo pasaba el tiempo”, recuerda.
Los mejores recuerdos…
En sus años mozos vivió mucho tiempo en San Pedro de Macorís, debido a que su padre Marcelo Puello Bello era el administrador de los ingenios Consuelo y Porvenir. Así que los fines de semana se dedicaba a jugar béisbol por “hobby” con Manny Lee, Pedro Guerrero, Refelín Ramírez, Augustín Esmead y Santiago Hazim.
De ese grupo la mayoría se convirtió en peloteros en de las Grandes Ligas, excepto Hazim, que es médico.
“Yo jugaba en el left field, en segunda base y tercera base, junto a ese grupo. Así que mis mejores recuerdos están allí, en San Pedro de Macorís”, dice. Al pasar los años, paradójicamente, le tocó operar a Guerrero.
También se refiere a Manny Acta, con quien compartió la primaria y lo calificó como un excelente estudiante y apasionado del deporte.