La avería en el servicio de internet de la empresa Claro la semana pasada, que dejó sin servicio a más de cuatro millones de usuarios, demostró la dependencia que hemos creado hacia esta nueva tecnología.
Pero también demostró la fragilidad del país con relación a este servicio que cada vez se vuelve más esencial.
No hemos llegado a los tiempos en que las “computadoras dominarán al hombre”, como se plantea en algunas películas de ciencia ficción, pero sí llegamos a la era en que el hombre depende de lo que representa la computadora.
República Dominicana no está aislada del mundo digital, pero sus vías de conexión global están a expensas de una retroexcavadora mal utilizada en la zona de Puerto Plata, Haina o Higüey.
Trataré de explicarme.
Muchas veces hemos escuchado que, en materia de telecomunicaciones, el espectro radioléctrico es el que nos permite tener mayor o menor ancho de banda y que el ancho de banda es como una especie de carretera por donde transitan datos digitales.
Entonces, si hay mucho ancho de banda hay más espacio por donde fluye la información y por tanto se puede transportar más cosas o hacerlo más rápido, sin congestionamiento.
Pero lo que se ha dicho poco es que esas carreteras virtuales solo circulan dentro del país, en nuestro territorio. Por tanto, los aeropuertos virtuales que nos comunican con el exterior y toda la base que alimentan el internet son los cables submarinos que interconectan al país con el resto del mundo.
Uno de esos “aeropuertos virtuales” fue que se averió la semana pasada y que dejó a más de cuatro millones de personas sin internet. Lo preocupante es que también fue averiado el “aeropuerto virtual alterno”.
Estos cables submarinos de fibra óptica, que nos conectan con el mundo, suelen no ser propiedad de los prestadores de servicio locales, por tanto en cierta medida dependemos de transnacionales poco conocidas por los dominicanos.
La dependencia de la conectividad de internet que hemos desarrollado los dominicanos, obliga a que pongamos bajo el radar a todos los actores de los servicios vinculados. Así como una retroexcavadora dejó sin el casi imprescindible internet a más de cuatro millones de dominicanos, un conflicto comercial puede desconectarnos del mundo.