A todos nos ha tocado transitar por épocas en las que damos prioridad a la razón, al mandato de la mente, alejándonos del mensaje de nuestro corazón.
Tal vez no sea sólo una época o pudiera ser un estado permanente, pues -por naturaleza- somos seres racionales, analistas y, de cierta manera, preferimos la seguridad que nos brinda el “tener el control de nosotros y nuestro entorno”.
Seguro crecimos y fuimos educados y formados en una carrera que nos enseñaba a ser eficientes y que nuestro accionar tenga un resultado concreto, pesable y medible.
Eso no es malo. Lo malo es hacer todo pensando en el resultado, sin cabida a la aventura de experimentar, de conocer y sentir con los ojos del alma.
¿Les cuento algo? Tarde o temprano descubrirán que el verdadero valor de las cosas no puede medirse desde nuestro ‘yo racional’ ni desde la óptica de la seguridad y la estabilidad… sólo se puede medir desde los sentimientos y cómo estos nos hacen sentir.
Bien lo dijo el Zorro al Principito, protagonista del libro de Antoine de Saint-Exupéry, “lo esencial… es invisible a los ojos”. Cuando logramos esa consciencia, abrazamos nuestros sentimientos, no como algo que nos compromete o nos hace vulnerables, sino como una oportunidad de aprender de uno y de los demás.
Cuando nos adueñamos de nuestro sentimientos, vivimos desde el amor, logrando entender que en unas se gana y en otras se aprende, nunca se pierde. Este pensamiento nos ayuda a ver el aprendizaje detrás de todo lo que nos pasa y sacándole mayor provecho.
Es importante ocuparnos de conocer nuestra capacidad de amar y amarnos. No olvidemos que nuestros sentimientos son emociones y que la palabra ‘emoción’ nos conecta con el movimiento. Como bien dicen los especialistas, “la conducta humana compromete en el exterior lo que el sentimiento promueve dentro”.
Si dentro de ti dejas que habite el miedo, las dudas y el temor a lo desconocido, te aseguro que “sobrevivirás” sin grandes desafíos y navegarás en el helado mar del conformismo, dejando esta vida sin penas, pero tampoco glorias, porque somos lo que sentimos y hacemos.