Desde el inicio de mi ejercicio en el periodismo tuve una relación de respeto y de amistad con Reinaldo Pared Pérez. A veces no estuvo de acuerdo con algunos de mis criterios cuando abordaba los asuntos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), pero fue muy discreto en referirme algo sobre estas discrepancias.
Por su comportamiento afable y sus posturas recias en la defensa de sus convicciones, el expresidente del Senado y exsecretario general del PLD debe ser recordado no solo por sus familiares, sino también por toda la sociedad dominicana.
Sencillamente, Pared Pérez defendió las causas que consideraba justas, aunque estuviera equivocado, como ser humano al fin. Fue leal a sus ideas y a sus principios.
“Era un caballero de la política”, lo definió el presidente Luis Abinader cuando fue a la funeraria a expresar sus condolencias a los familiares.
“Un hombre de grandes batallas que nunca se doblegó”, así lo consideró el expresidente Hipólito Mejía.
Ciertamente que fue así. A pesar de sus dolencias provocadas por el cáncer en el esófago, Pared Pérez nunca se dejó doblegar y mantuvo sus fuerzas firmes para lograr la victoria en cuanto a la recuperación de su salud. Fue una fuente de aliento y de esperanza para aquellas personas que conocía que también padecían de la enfermedad.
En el campo político fue un maestro para los jóvenes dirigentes que hoy tiene el PLD. Su accionar por más de 40 años en las filas de la organización puede ser el mejor ejemplo para que las nuevas figuras peledeístas puedan acumular experiencia y batallar ante las situaciones adversas que se puedan presentar en el país.
Muchos que gozaban de su confianza podrán confirmar que Pared Pérez fue un amigo fiel y entregado a las mejores causas. El PLD tuvo un digno representante en la Alcaldía del Ayuntamiento del Distrito Nacional cuando fue regidor, en el Congreso Nacional cuando fue diputado y posteriormente senador, ocupando la presidencia por varios periodos.
Quienes conocimos a Pared Pérez sabíamos de su templaza y entereza en su vida privada y en su trayectoria política. Fui uno, como muchos dominicanos, de los sorprendidos por su muerte en las circunstancias como se produjo. Pido a Dios paz a su alma y que tenga el descanso eterno que merece. Adiós, Reinaldo.