Es sorprendente la cantidad de excusas que elegimos para no aprovechar nuestro talento. Como seres humanos nos cuesta trabajo mantener la claridad de nuestra meta día a día, oscilando entre lo ordinario y extraordinario sin cesar, sobre todo. porque las prisas, obligaciones y necesidades nos mantienen ocupados.
Como madre de tres hombres e hija de una madre especial, he tenido que lidiar con mis limitaciones y dificultades, haciendo un ejercicio diario para impedir que las excusas minen mi desarrollo como mujer, profesional y ser humano.
No ha sido fácil, en especial, porque después de cada obstáculo superado, me esperan otros.
Sería una mentirosa redomada si negara que hay momentos en que he querido tirar la toalla y descansar. Dejar la vida pasar, pues el cansancio puede hacer flaquear al más fuerte.
Por eso, cuando pierdo mi objetivo de vista, me hago la súplica personal de “detenerme”, sentarme y respirar para recuperar la “claridad de pensamiento”. Cuando me siento, convencida de que tengo todos los caminos cerrados, apago todos los interruptores para resetear mi disco duro. Y vuelvo a iniciar.
La única solución para dar marcha al cambio e incorporar en nuestras vidas los hábitos correctos, no es la motivación ni la recompensa, es simplemente tomar acción constante y reconocer cuando las excusas están apareciendo. Debemos darnos ese tiempo tan necesario para identificarlas y desestimarlas.
Las fórmulas son muy personales. Tal vez las que me funcionan a mí no son útiles a los demás, pero lo que sí es universal es el daño que ellas pueden hacer a los sueños, proyectos y la vida de quienes les dan cabida. El mejor consejo: si no puedes solo, no dudes en buscar ayuda.