El pasado viernes 24 de mayo se produjo el lamentable deceso del politólogo Alejandro González Pons. Alejandro falleció mientras se desempeñaba como embajador de la República Dominicana en México. Para ese país, España, Bélgica y Chile fue designado como embajador extraordinario y plenipotenciario, función que desempeñó por un período de alrededor de dos décadas.
Pero mi interés al elaborar estas notas póstumas no es destacar sus altos roles de diplomático, sino resaltar características suyas del tiempo en que nos relacionamos.
El origen de Alejandro se liga a una familia con estatus socioeconómico de nivel medio. Su padre Raúl González fue gobernador en algunas provincias del llamado “sur profundo” y secretario general del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) de Joaquín Balaguer.
Ni por su origen social ni por el rol político familiar se explica la vinculación de Alejandro con una posición defensora de los intereses populares y de cambios radicales, como en efecto asumió al enrolarse en la fracción de los Comités Revolucionarios Camilo Torres (Corecato), proyecto Partido Socialista, en la fase final del régimen balaguerista de los 12 años.
Antes fue parte de una expresión política revolucionaria con la que esta fracción del Corecato cristalizó un acuerdo de fusión Alejandro fue partidario de cambios profundos en nuestra sociedad. Se hizo un apasionado revolucionario que combinó teoría y práctica. Poseía un amplio nivel teórico, sobre todo en materia de política internacional.
Lo recordamos asumiendo una febril actividad organizativa, escribiendo para “El Socialista” y auspiciando cursos de formación para obreros y sindicalistas militantes o simpatizantes del proyecto.
Lo recuerdo entusiasta dirigiendo cursos en la escuela sindical “Mauricio Báez”, en Piedra Blanca, Bonao, del Sindicato de Trabajadores de la Rosario Dominicana, dirigido por Waldy Taveras.
Lo recuerdo en el proselitismo revolucionario junto a “Pepín”, de Metaldom; Sucre Reyes, de la Chocolatera; “Cotoca”, del Sindicato de Zapateros; Francisco Sánchez (Francisquito), de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), seccional Las Matas de Farfán, “Nenén”, en Sal y Yeso, de Barahona, y otros.
Alejandro fue un luchador revolucionario capaz y sensible. Procesos de división de nuestros movimientos de izquierda lo desligaron finalmente de estos y lo llevaron a militar en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Muchas conclusiones pueden derivarse de su participación política en la etapa referida. Dos de ellas son: primero, que no importa el origen social de las personas para abrazar la causa de la transformación social, y segundo, que es una pena que el curso seguido por el proceso político de izquierda en nuestro país no haya permitido retener una inmensa cantidad de valiosos profesionales e intelectuales que actuaron en él.
A sus familiares, a Sulamita, su compañera de siempre, a Max Puig, su cuñado, les decimos que a Alejandro nunca lo olvidaremos por su lucha de primera fila, su calidez y su don de gente.