Elioneys Aguilera jamás imaginó su vida fuera de Venezuela y mucho menos que tendría que emigrar a los 62 años y con una pierna amputada.
Recuerda que siempre tuvo una vida relativamente cómoda gracias a que desde muy temprana edad trabajó para montar su propio negocio: un taller mecánico que lo ayudó a mantener a su familia y criar a 4 hijos.
«Teníamos trabajo, vehículos y no nos faltaba la comida», cuenta en entrevista con BBC Mundo.
Pero asegura que en los últimos años la situación del país se volvió tan crítica que las carencias se multiplicaron. Se quedó sin empleo.
«No había repuestos para seguir trabajando y ya no me llegaba ni siquiera trabajo de herradura ni de soldadura. No había nada ni teníamos nada. Me di cuenta de que ya no había futuro en Venezuela para los niños», agrega.
El pasado 20 de abril, Elioneys abandonó su casa, su taller y sus herramientas de trabajo. Dejó todo atrás en su nativa población de Casacoima, un municipio rural en el Estado Delta Amacuro, en el extremo oriente venezolano.
La noche de aquel jueves tomó un bus con su esposa, dos de sus hijas y 7 nietos con destino a Brasil, sin saber cuánto tiempo duraría el viaje. Le tomó casi 24 horas.
«Ya yo estoy viejo, por eso no tenía miedo sino que estaba muy entusiasmado. La mirada hacia adelante y la esperanza de un futuro mejor para mis hijos y nietos me entusiasmaron», relata.
Elioneys es uno de los más de 800.000 venezolanos que han cruzado la frontera de Venezuela hacia Brasil entre enero de 2017 y marzo de 2023, según datos recogidos por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Cerca de la mitad de ellos solicitaron regularización migratoria en Brasil. La mayoría de los migrantes provienen del oriente del país, pero hay venezolanos de todas las regiones.
Brasil ha pasado a ser el quinto destino migratorio de los más de 7 millones de venezolanos que han abandonado su país, una cifra que representa un cuarto de la población total de la nación petrolera.
Operación en tres etapas
Para hacer frente al gran flujo de migrantes desde Venezuela, el gobierno federal de Brasil diseñó en 2018 un plan, bautizado como «Operación Acogida».
El programa se basa en tres pilares. Hay una primera etapa de gestión de fronteras, que ofrece servicios de recepción, identificación, documentación, cuidados médicos básicos e inmunización.
Una segunda etapa brinda alojamiento en las ciudades fronterizas, en donde los migrantes reciben alimentos, educación, salud y protección social.
Por último, se les ofrece a los migrantes una reubicación voluntaria a otras zonas de Brasil en donde pueden tener mayores oportunidades económicas y de integración.
A un mes de su llegada a Brasil, Elioneys se encuentra en la segunda etapa de la Operación Acogida.
Recuerda que al llegar a Brasil le dieron un permiso y la misma tarde se instaló en un puesto de recepción y acogida del programa en Pacaraima, una ciudad en el norte del país ubicada cerca de la frontera con Venezuela y que es el principal punto de acceso a Brasil para miles de migrantes.
Sólo en esa localidad hay más de una decena de campamentos de este tipo.
Ofrecen alojamiento para pasar la noche, alimentos y servicios de higiene para migrantes y refugiados que acaban de llegar a Brasil, y también para quienes están esperando algún tipo de documentación.
«El trato ha sido excelente. Desde que llegué, nos han llevado de puerta a puerta y de oficina a oficina. Yo pregunto y la gente me ayuda. Todo parece muy organizado», cuenta el venezolano.
«Yo soy un principiante. No tenía experiencia como migrante, por eso toda la ayuda ha sido muy útil. Estoy muy agradecido con Brasil y el pueblo brasileño».
El 95% no planea regresar
Maria Oliveira Ramos, coordinadora de emergencia de la OIM, que participa con el gobierno federal de Brasil en la operación humanitaria, asegura desde Boa Vista, capital del estado fronterizo de Roraima, que el flujo actual de migrantes cruzando hacia Brasil se asemeja al que se veía antes de la pandemia, cuando se pensaba que la crisis venezolana estaba tocando fondo.
«Hubo una pausa durante la pandemia con el cierre de la frontera, pero a partir de febrero ha incrementado bastante el flujo«, le dice a BBC Mundo.
El aumento coincide con el deterioro económico de Venezuela.
Si bien la economía de la nación caribeña creció en 2022, la mejora no ha llegado a los sectores más pobres de la sociedad, según economistas, y en 2023 la situación no parece mejorar.
De acuerdo al Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) la actividad económica se contrajo un 8,3% en el primer trimestre de este año en relación al mismo período de 2022.
Quizá por eso la inmensa mayoría de venezolanos no tiene planes de regresar.
Según un informe realizado para monitorear la migración venezolana en Brasil, publicado por la OIM en marzo de este año, casi la totalidad de las personas entrevistadas (95%) tiene la intención de quedarse en Brasil.
Solo el 5% restante planea regresar a Venezuela o irse a otro país.
Esto a pesar de que una gran parte de ellos asegura tener dificultades para insertarse en el país y conseguir trabajo (42%), mientras que un 16% menciona inconvenientes para acceder a servicios y beneficios, como la educación, salud y alimentación.
William Carvajal tiene 33 años, 10 de ellos en Brasil, y es el presidente de Venezuela Global, una ONG con sede en Río de Janeiro que trabaja para la integración de refugiados y migrantes venezolanos en el gigante sudamericano.
«Mientras que otros países sudamericanos están creando restricciones y cerrándoles las puertas a los migrantes venezolanos, Brasil ha mantenido una política de Estado de puertas abiertas para recibir a los migrantes y facilitar su proceso de regularización migratoria», le dice Carvajal a BBC Mundo.
Él afirma que desde hace seis años los diferentes gobiernos brasileños han trabajado para atender el flujo de los migrantes venezolanos con nuevas legislaciones.
Una política «inteligente»
En 2017, Brasil creó una figura de residencia temporal para países no miembros del Mercosur (o suspendidos como en el caso venezolano).
Además, su Parlamento aprobó una nueva Ley de Migración que entró en vigor en noviembre de ese año, en la que se reconocen los derechos de los migrantes y que promueve la igualdad y el combate a la xenofobia como un principio de la política migratoria brasileña.
«El sistema no es perfecto, pero sin duda es mejor que el de otros países del continente y creo que puede ser un ejemplo», dice Carvajal,
La OIM también ha reconocido la Operación Acogida como un modelo que puede servir para toda la región latinoamericana.
«Obviamente cada país tiene sus propias necesidades y leyes de inmigración, por lo que es un tema complejo», matiza Maria Oliveira, coordinadora de emergencia de la organización.
«La Operación Acogida es una respuesta que hemos ayudado a mejorar y hemos ido adaptando a las necesidades del país y de los migrantes. Actualmente estamos tratando de abordar la falta de empleo, por ejemplo», añade
Desde el sur de Brasil, Carvajal afirma que, de acuerdo a su experiencia y a la de su entorno, el recibimiento del pueblo brasileño hacia los migrantes venezolanos es generalmente cálido.
«Es una cuestión idiosincrática porque este es un país construido por migrantes, que siempre ha recibido migrantes, desde los tiempos de la colonia cuando llegaron los portugueses, luego vinieron millones de personas de África en condición de esclavitud, que se mezclaron con la población, y más tarde de otras partes del mundo, como Japón».
Él considera que la tercera etapa de la Operación Acogida, de reubicación voluntaria a otras zonas de Brasil, ha sido crucial para «evitar las olas de xenofobia que se han visto en Perú, Colombia y Chile», donde se han desatado protestas violentas contra los migrantes venezolanos.
«Brasil es un país de dimensiones continentales y la política gubernamental es inteligente porque, si distribuyes cientos de miles de venezolanos en diferentes estados de un país de 215 millones de habitantes, los recién llegados casi que pasan desapercibidos», prosigue.
Desafíos
El presidente de Venezuela Global considera que la Operación Acogida es un programa completo, pero reconoce que los migrantes se enfrentan a muchos desafíos en Brasil.
«Brasil es un país con altos niveles de pobreza, desigualdad y la cobertura de los servicios públicos no es la misma en todos los estados y ciudades», explica Carvajal.
«Los venezolanos llegan al país y dependiendo de la localidad donde se instalen, si bien tienen un estatus regular, comienzan a enfrentarse a los mismos desafíos a los que se enfrentan millones de brasileños: violencia, desempleo y carencia de servicios de calidad en algunos lugares», prosigue.
Elioneys aún no sabe portugués, pero cuenta que los trabajadores sociales le han enseñado palabras y frases básicas de supervivencia.
Su meta es aprender el idioma e irse a Santa Catarina (un estado en el sur de Brasil) con su familia.
«Tengo muchas ganas de trabajar. Soy un herrero y soldador profesional con muchísimos años de experiencia y me gustaría seguir trabajando. Mi esposa, que es costurera, también me dice que lo único que quiere es comenzar a trabajar».
William Carvajal cree que Brasil puede aprovechar el talento de los cientos de miles venezolanos que han llegado, pero aún hay trabajo por hacer.
«Hace falta, por ejemplo facilitar el proceso de validación de diplomas para ofrecerles a los migrantes profesionales, con títulos universitarios, la oportunidad de insertarse en el mercado laboral«.
«La migración es un proceso que siempre ha existido y es más positivo que negativo. Cuando todos estos migrantes logren ingresar al mercado laboral van a comenzar a pagar impuestos y añadirán diversidad y productividad a las organizaciones donde trabajen», concluye.