Resulta complejo decirlo, pero el ciudadano observa con profunda preocupación cómo tendencias muy específicas pugnan por imponerse en el quehacer público y desvirtuar, como ha ocurrido en otros tiempos, los aspectos más edificantes del quehacer gubernamental.
Este intenso activismo podría acarrear numerosos problemas tanto en el presente como en el futuro mediato e inmediato del país.
No hemos olvidado lo que significó de manera histórica una conducta calificada por muchos como responsable de los destinos tanto de los presidentes Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco, así como de los malogrados finales del doctor José Francisco Peña Gómez y del profesor Juan Bosch.
Bosch fue derrocado a los pocos meses de haber obtenido el respaldo mayoritario del pueblo en el 1962-63. Todos recordamos la insurrección del 1965 y sus miles de muertos, así como el sacrificio de Manolo Tavárez Justo y una pléyade de valiosos jóvenes dominicanos.
En el periodo que se inició en el 1978, un malestar inenarrable provocó que un hombre de la integridad del presidente Antonio Guzmán se suicidara en pleno despacho presidencial.
Posteriormente el gobierno que encabezó el doctor Salvador Jorge Blanco fue el escenario de una poblada y un gran derramamiento de sangre. El Ejecutivo se vio forzado, tras las elecciones siguientes, a salir desaforado y de una forma humillante del país y, posteriormente, sufrir una prisión degradante.
Tanto el doctor José Francisco Peña Gómez como el licenciado Jacobo Majluta murieron debido a un quebranto incurable. La historia del liderazgo perredeísta, analizada a fondo, resulta tan amarga como aleccionadora.
Desde hace mucho he considerado al Presidente Abinader como un estadista capaz y con las mejores intenciones. Pero, y gracias a su histórica decisión de no continuar al frente de los destinos nacionales más allá de un segundo periodo, uno percibe cómo se organizan personas y grupos cuyos principios y conductas pueden prestarse a equívocos que en nada favorecen la continuidad de las positivas prácticas del ejecutivo.
Es de esos ámbitos donde se origina la sugerencia de aplicar una serie de “reformas” que, al decir de muchos, pudo haber provocado y aun puede provocar en caso de que se trate de aplicarla un verdadero caos en la vida institucional del país. Su sola enunciación suscitó una generalizada reacción de repulsa. El ejecutivo fue lo suficientemente juicioso para dejar de lado dichas propuestas…
Considero que el presidente Abinader debe observar detenidamente su entorno mediato e inmediato para impedir que su legado histórico se desvirtúe. Todavía hay quienes, sutilmente, pretenden impulsar otras medidas que, de ponerse en práctica, podrían sumir en la ingobernabilidad al país.
Una verdadera provocación es la orientada a modificar el otorgamiento de la licencia de conducir en grave perjuicio de las personas mayores de 65 años.
El laborantismo es extremo.
Es preciso proceder con serenidad y pensar cada paso a dar con extremo cuidado. Es la manera más idónea de consolidar un estado de tranquilidad y de equilibrio con el que todos nos sentimos comprometidos.