En 1965 nuestro pueblo no se levantó por una persona, ni en contra de nadie en particular. Se levantó en contra de la corrupción.
Se levantó para restaurar nuestra democracia y libertades. Se lanzó a las calles para luchar por el respeto a la Constitución.
Si las personas supieran el precio que hemos pagado por la democracia, jamás venderían su voto, mucho menos su conciencia; si supieran lo mucho que han costado nuestros derechos no permitirían que nadie los pisotee. Por eso para algunos es mejor un pueblo ignorante.
Pues así como la verdad nos hace libres, la ignorancia nos hace esclavos. Esa es una de las razones por las cuales se nos niega nuestra historia.
Es paradójico que de la historia reciente se hable menos que de otras anteriores. Y es que así como siguen vivos muchos de sus héroes, también siguen vivos los nefastos intereses contra los que ellos lucharon.
Los actos oficiales evidencian esa realidad.
Se conmemoran con más fuerza acontecimientos de hace 160 años, mientras aquellos de hace 50 o 60 años se les margina, sutil, pero sistemáticamente.
La historia de abril de 1965 por años fue excluida de los libros de texto (aún sigue así en mayor medida), y la intentaron arrancar de nuestra conciencia.
El heroísmo de nuestro pueblo fue una bofetada a los traidores y una deshonra para quienes nos han pisoteado.
Es importante conocer nuestra historia, para sentirnos orgullosos como pueblo, para saber por qué luchamos, y para que sepamos también por qué, en caso de ser necesario, estamos dispuestos a morir.