Tres gobiernos en América han cambiado este año por la vía electoral. República Dominicana de Danilo Medina del PLD a Luis Abinader del PRM, Bolivia con la vuelta a la democracia con Luis Arce luego de un golpe de Estado, y en Estados Unidos con el paso de Trump al gobierno de Biden-Harris. Los tres tienen en común que fueron procesospolíticos muy conflictivos, los cambios los validaron sus respectivos pueblos en las urnas y ocurrieron en el entorno de la pandemia del COVID.
Abinader ganó la presidencia con un Trump aparentemente imbatible en la Casa Blanca y un discurso intimidante para países como el nuestro. Reconozco de entrada que la perspectiva de Luís Abinader está muy ligada al mundo de los negocios y posee una sensibilidad social que ha recibido de varias fuentes (su padre, los jesuitas, el liderazgo más relevante del PRD). No es un joven con fuertes posturas ideológicas, ni es obligatorio que lo sea para que haga un buen gobierno. En su entorno hay grupos comprometidos con posturas políticas reaccionarias y unas relaciones exteriores subalternas a intereses imperiales, y definitivamente él quedará vinculado a esos discursos.
Que en menos de 100 días haya declarado su sometimiento a los intereses de Trump en su estéril pugilato con China, que propusiera mover nuestra embajada en Israel a Jerusalén o que respaldara a la administración norteamericana saliente en su bloqueo unilateral a Irán, nos habla de sectores a la sombra que lo están poniendo con una postura que lo pintará para la historia casi como un Pedro Santana. Algo está fallando en el seno del PRM y el Gobierno, ya que mientras la noche del triunfo el protagonista fue José Francisco Peña Gómez (y recordemos su postura política internacional) lucieraque nuestra relaciones exteriores están dictadas por la FNP. ¿Bipolaridad política? Lo grave es que con el triunfo de Biden todo ese discurso entra en una profunda crisis.
Abinader tiene frente a sí tres decisiones posibles. Una primera será mantener las posiciones expresadas hasta ahora con una Administración estadounidense que amenaza con cambiar completamente esa agenda, otra posibilidad es expresar su nueva sumisión a dicha administración y su agenda, o tercero asumir una política exterior con una agenda soberana. Dudo que Abinader se decante por la primera o la tercera. Por tanto exploremos los cambios que le esperan a partir de enero.
Primero deberá buscar a China, incluso un viaje a dicho país sería altamente provechoso para nuestro país y pensar en inversiones concretas. No tiene que seguir cantaleteando quéles permite a los chinos o no. Es como en el póker, no muestras tus cartas.
Segundo unirse al bloque de países europeos, China, Rusia y de nuevo Estados Unidos que buscan ayudar a Irán a salir del bloqueo mediante el cumplimiento de los acuerdos antinucleares. Esa postura es previsible por continuidad de la política de Obama y la búsqueda de un mundo más pacífico multilateral.
Tercero: es predecible la agenda de Estados Unidos de ayudar a establecer la soberanía de Palestina y por tanto un presidente caribeño de ascendencia árabe, igual que el de El Salvador, podrían ser fichas interesantes en ese diálogo. Por supuesto debe detener la idea descabella de mover nuestra embajada en Israel a Jerusalén. Solo una mente enferma pudo sugerirle semejante propuesta.
Cuarto acercarse más a Cuba. Ya Biden ha ofertado seguir la política que llevaba Obama con la isla al final de su segundo mandato. Son muchas las ventajas que nos esperan en triangular ese proceso. En el mismo escenario debemos atender más de cerca todo el proceso haitiano para que no se convierta en un obstáculo frente a la relevancia de una Vicepresidente afroamericana caribeña por la vía paterna. Ni la haitianofobia de muchos energúmenos, ni la indiferencia hacia los problemas del vecino, nos ayudarán con una nueva política del Departamento de Estado. Es vital que nos vean como socios en la solución de los problemas de Haití para justificar nuestra necesaria defensa de la frontera y nuestro modelo de administración de la migración ilegal. No podemos permitir que nos vean como los “malos” en el caso haitiano. El otro caso es Venezuela, hay que esperar cual será la política desde Washington.
Quinto. Es importante involucrarnos con la economía verde -ya el presidente dio su guiño con el carro eléctrico el día de su juramentación- porque Biden va a impulsarla intensamente y podemos ser un referente para la inversión norteamericana en esa dirección. Punta Catalina es un escándalo en ese contexto y amerita reconvertirla cuanto antes. Si queremos atraer más inversiones norteamericanas debemos ofrecer una gestión económica amigable con el Medio Ambiente.
Esto que sugiero es una suerte de punto de encuentro entre mis posturas cercanas a Bosch y la tradición progresista latinoamericana, y lo que entiendo que es la mentalidad pragmática de Abinader en este tema.Los trumpistas deben ser desalojados de la toma de decisión del presente gobierno en política exterior o arriesgarse el presidente a ser guayado en la arena internacional.