Debería preocupar al presidente Abinader que muchos de los progres que apoyaron su elección denunciando las barbaridades alegadas y otras tristemente ciertas del gobierno anterior, sin embargo, hacen mutis ante las flagrantes violaciones a la democracia en las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Con las elecciones del fin de semana en Nicaragua ha ocurrido la vergonzosa renuncia a la dignidad del Parlamento Centroamericano, que elogió un proceso a todas luces viciado con casi todos los líderes de oposición presos, perseguidos y violentados.
Daniel Ortega, el guerrillero zurdo que gobernó de 1985 a 1990, regresó en 2007 y tras casi quince años destruyendo la economía nicaragüense rehúsa admitir su fracaso y el rechazo de su pueblo y de los demócratas de la comunidad internacional. Una de sus recientes payasadas fue nombrar a su cómplice esposa, que es la vicepresidente, como “co-presidenta”, violentando la Constitución de su país.
Nuestra Cancillería, que hace semanas abogó por la libertad, los derechos humanos y la democracia en Nicaragua, debe insistir en que ya basta de Ortega.