Al escribir esta columna deben estar casi llegando al aeropuerto las primeras vacunas del COVID obtenidas por el gobierno, que desde antes de iniciarse hace seis meses había prometido varias veces traer las de AstraZeneca/Oxford hechas en Europa.
Estas vienen de India. Podrían venir de la Luna y, si la OMS las aprueba, me las pondré.
Vacunarse no es sólo procurar para sí mismo la inoculación para crear anticuerpos contra el virus, sino que es un acto de amor por la propia familia y comunidad.
El rechazo altísimo que hay aquí y en otros lugares contra la vacunación es entendible ante el alud de información, correcta o errada, que bombardean redes sociales y medios de comunicación masiva. Cualquiera se atemoriza y confunde.
Que quienes comen frituras callejeras y toman mabí artesanal o “yunyún” con hielo crudo, pontifican su arrogante ignorancia, atemoriza y confunde aún más. Para que sea exitosa la vacunación debemos colaborar con las autoridades y asumir nuestra responsabilidad en un esfuerzo que si no es colectivo de poco sirve.