Antes de que fuera posible comprar “un Tesla”, y probablemente desde entonces, Nikola Tesla ha sido subestimado crónicamente.
El reconocimiento a este visionario nacido en Croacia, cuyas innovaciones eléctricas hicieron mucho por el mundo de la energía inalámbrica del siglo XXI, se ha ido incrementando con los años, aunque en el cine sus apariciones han sido fugaces.
Aparece brevemente en “The Prestige” (“El gran truco“) de Christopher Nolan, íinterpretado por David Bowie! Y fue retratado por Nicholas Hoult en “The Current War” (“ Una guerra brillante“) de 2019, una película confusa sobre Thomas Alva Edison y George Westinghouse.
En el imaginario colectivo, Edison todavía tiene la patente como el gran genio inventor de Estados Unidos. De modo que “Tesla” de Michael Almereyda, con Ethan Hawke como el innovador inmigrante serbio, tenía una oportunidad. Y mientras muchos habrían optado por hacer una cinta biográfica tradicional dado lo poco familiar de la vida del protagonista, Almereyda — quizá para rendir homenaje a un pensador tan libre y futurista como Tesla — optó por algo más posmoderno, fracturado y desequilibrado. No funciona. “Tesla”, demasiado enamorada de su propia experimentación, no da buenos resultados.
Se va hundiendo con cada escena y, aunque juguetona, eventualmente se vuelve tediosa. Almereyda es un cineasta creativo. Ha hecho películas por momentos fascinantes y por momentos pretenciosas que rompen rigurosamente con las propuestas convencionales. Con Hawke, creó un “Hamlet” (“Ser o no ser“) moderno en el 2000.
En su película de 2015 “Experimenter” (“Experimenter: la historia de Stanley Milgram”) sobre el controvertido psicólogo social, rompió la cuarta pared para reflejar los propios experimentos de Milgram.
Hace películas escabrosas y estilizadas llenas de artificios. “Tesla”, también, es un juego psicológico. Está narrada por Anne Morgan (Eve Hewson), hija del industrial J.P. Morgan (Donnie Keshawarz), quien a veces habla directamente a la cámara y a veces se sienta a googlear cosas sobre Tesla.
Tales desviaciones anacrónicas tienen la intención de ser humorísticas, pero también son un comentario sobre el largo alcance de los descubrimientos de Tesla. Edison (Kyle MacLachlan), por su parte, tiene un iPhone. Tesla habría sido mucho más famoso y rico en su época si hubiese sido un mejor hombre de negocios, un operador social más natural, menos abusado como un inmigrante.
Una buena parte de la película presenta a un Tesla perpetuamente confundido en salas a media luz, cantinas y salones de banquetes, luchando por evitar las manipulaciones de aquellos que lo rodean.
Especialmente de Edison. MacLachlan lo interpreta menos como científico y más como un caballero victoriano. Es como un gran actor cruel de teatro, capaz de lograr una actuación que Tesla no podría lograr.
“Tesla” es, en general, una especie de pantomima. El conocimiento profundo de Tesla (o cualquiera) es una farsa biográfica para la parodia, no la finalidad. Jim Gaffigan da vida a un Westinghouse que bebe limonada. Incluso suena la canción “Everybody Wants to Rule the World” (Todos quieren gobernar el mundo) de Tears for Fears. Almereyda ha citado la serie “Drunk History” como inspiración. Eso podría hacer sonar a “Tesla” más divertida de lo que es.
Aunque tiene ideas interesantes, la cinta se siente como un andamiaje conceptual que apenas logra oculta su vacío.
Es un Tesla sin electricidad. La única chispa es Hewson, quien regresa a la Nueva York de principios del siglo XX que visitó en la serie “The Knick” de Steven Soderbergh (2014-2015) que la lanzó a la fama.
Los años entre ambas producciones no han desembocado en papeles tan eléctricos como estos, pero la actriz mantiene una presencia singularmente ardiente.
“Tesla”, un estreno de IFC Films, tiene una clasificación PG-13 (que advierte a los padres que podría ser inapropiada para menores de 13 años) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por algunos temas y escenas de desnudos. Duración: 96 minutos. Dos estrellas de cuatro.