En el periodo transcurrido desde el golpe de estado que depuso al presidente Juan Bosch el 25 de septiembre de 1963 hasta el inicio de la guerra de abril el 24 de abril de 1965, se pusieron en escena hechos políticos, sociales y militares muy parecidos a los que están aconteciendo desde hace varios años en el país.
La corrupción rampante del gobierno del Triunvirato lo llevó a repartirse la administración del Estado entre los partidos golpistas: a la Unión Cívica Nacional de Viriato Fiallo le tocaron cuatro ministerios; a Vanguardia Revolucionaria de Horacio Ornes, tres; a la Alianza Social Demócrata de Jiménez Grullón, dos; al Partido Nacionalista Revolucionario Dominicano del general Ramírez Alcántara, dos; al Partido Demócrata Cristiano de Mario Read Vittini, uno; al Partido Progresista Demócrata Cristiano de Ramón Castillo, un ministerio.
Ha de notarse que exceptuando la Unión Cívica Nacional, ninguno de los partidos señalados alcanzó el 1% de los votos en las elecciones en que Juan Bosch resultó ganador con un 60% de los votos, lo cual ha constituido, a la fecha, el más alto porcentaje de votos obtenidos democráticamente por un candidato en la historia electoral dominicana.
Por su parte, los altos mandos de las fuerzas armadas y la policía nacional, que protagonizaron el golpe de Estado, se dedicaron al contrabando y se dividieron para cada grupo el monopolio de un renglón específico de la economía. Un grupo se dedicó al contrabando de cigarrillos, bebidas, perfumes y relojes; otro a los calzados, vestidos y joyas; otro a los electrodomésticos. Para esas actividades ilícitas la jerarquía militar utilizó aviones y barcos militares.
El jefe policial, general Belisario Peguero, fundó con otros oficiales de alto rango la “Policía Nacional, CxA”, con la cual pretendió legalizar la cantina que operaba como un gran almacén, y que acorde a los estatutos de la compañía se dedicaría “a toda actividad de lícito comercio”.
Ante un panorama político corrupto, de esa magnitud, las protestas sociales no se hicieron esperar y se pusieron a la orden del día.
Los estudiantes universitarios se tiraron a las calles y fueron reprimidos brutalmente por la policía. La federación de mujeres protestó masivamente en las calles y decenas de ellas fueron salvajemente golpeadas y heridas por los policías.
El Partido Movimiento Revolucionario 14 de Junio decidió irse a las montañas a levantar la antorcha de la justicia y la libertad que su líder, Manolo Tavares Justo, había prometido con anterioridad en el caso de que se violentara el orden constitucional. La mayoría de los insurrectos fueron asesinados en el momento de su rendición, no obstante habérseles prometido que no serían maltratados si se rendían. Estos crímenes de guerra motivaron que el presidente del Triunvirato, Emilio De los Santos, renunciara.
En las fuerzas armadas, grupos militares encabezados por el coronel Rafael Fernández Domínguez se organizaban y planeaban poner fin a los desmanes del Triunvirato. Algunos, incluyendo a Fernández Domínguez, fueron enviados a cumplir misiones diplomáticas al exterior para evitar las acciones que inexorablemente se avecinaban.
No obstante todas las maniobras empleadas por el Triunvirato para evitar lo que se venía llegar, el 24 de abril de 1965, los militares constitucionalistas, encabezados por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, se sublevaron, repartieron armas al pueblo y con esa unión cívico-militar fue depuesto el oprobioso régimen del Triunvirato, que a la sazón estaba encabezado por el oligarca Donald Reid Cabral.