En este mundo “vagabundo” no hay una verdad más “verdadera” y que se cumpla con mayor rigor y velocidad que aquella que proclama “A rey muerto, rey puesto”.
Este dicho pone de manifiesto la rapidez con que suceden los cambios en las relaciones personales o institucionales, inmediatamente se produce un traspaso de mando.
Esa es una teoría, que tiene visos de ser casi una ley, dado que en la práctica se aplica en un por ciento muy significativo.
El origen de la expresión “A rey muerto, reypuesto”, expresaba la continuidad de las dinastías de los reyes”.
En la actualidad, recuerda que nadie es irreemplazable, no importa quién sea ni lo que haga, ni que haya ocupado desde la presidencia o funciones de menor rango.
Aunque la soledad del poder puede llegar incluso estando en la cima, normalmente ocurre tras abandonarlo.
Es en ese estado cuando se inicia un lento o rápido “viraje” en las supuestas sólidas relaciones con amigos, íntimos y hasta familiares, que en su momento de “gloria y poder” pretendían sacar beneficios.
Esa es una realidad que produce traumas en quienes en sus momentos de gloria se creen y les hace creer que son “ dueños y señores del mundo”, lo cual hace que las caídas tengan mucha contundencia, en especial en lo psicológico.
Por lo tanto, un nombramiento o puesto, aunque sea electivo, no debe producir delirios de grandeza, porque tarde o temprano “todo regresa a su estado original”.
Los casos de ese tipo lo vivimos a diario en nuestro país, y más en agosto, cuando se producen muchos cambios en el glamoroso tren gubernamental, del que algunos creen que son de su propiedad .