Nadie debería pasar hambre por ninguna razón. Sin embargo, esta vergüenza sigue azotando a la humanidad sin piedad.
Las alarmas de próximas hambrunas están sonando con estridencia. Todos estamos sufriendo el encarecimiento de los alimentos provocado por la crisis económica asociada al Covid-19, por cuya causa afirma la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el hambre aumentó en un 30 % en América Latina y el Caribe.
El miedo al hambre se está convirtiendo en una realidad por la falta de acceso a alimentos caros.
Y como las desgracias nunca vienen solas, ahora la guerra entre Rusia y Ucrania amenaza con poner en riesgo la seguridad alimentaria a nivel mundial.
Este conflicto puede afectar los aspectos de los sistemas alimentarios incluidos la producción, la cosecha, la transformación y el transporte de alimentos, la financiación, comercialización y consumo.
La FAO está alertando de las graves consecuencias de esta guerra para los sistemas alimentarios por el papel fundamental que juegan Rusia y Ucrania en la producción y el suministro de alimentos.
La preocupación radica en que esos países juntos proporcionan el 19 % del suministro mundial de cebada, el 14 % del trigo y el 4 % del maíz, mientras que 50 países exportan de las naciones en guerra 30 % o más de sus importaciones de trigo.
Las alarmas son reales. El hambre puede tocar nuestras puertas y llevarse la vida de millones de seres humanos. Las predicciones de los profetas del apocalipsis se están cumpliendo. El absurdo de la guerra, además de muertes por violencia, matará por hambre.
Preocuparse y ocuparse por mitigar el hambre en el país es una oportunidad para sentar en la mesa del diálogo a todos los sectores de la sociedad para buscar juntos las soluciones a un problema que puede desbordar cualquier respuesta posible. El hambre no conoce banderas.
La guerra contra el hambre es una lucha de toda la nación.
Como diría Lao Tsé, es hora de vaciar la mente de codicias y ambiciones y pensar en la vía de llenar los estómagos, previniendo el hambre, sobre todo la de los más vulnerables.