Si usted no es médico, especialmente neumólogo, internista, epidemiólogo infectólogo y etcétera… Si usted no es periodista ético ni con destreza o pericia en el manejo y tratamiento de la información sobre los indicadores de salud; ni mucho tiene usted un estrecho vínculo con la especialidad de la comunicación para la salud y la comunicación de riesgo, por favor bájale aunque sea un par de tonos a tu catarsis diaria respecto al tema de la epidemia por coronavirus a través de los medios de comunicación.
Las personas siempre deberemos de tomar en cuenta que la prudencia y la conducta modesta constituyen dos valores agregados imprescindibles para el crecimiento y el desarrollo humanos.
Porque…, ¿cómo es posible que sin tener ningún expertiz en la meteria, un marchante cualquiera descarte, descalifique y desautorice los esfuerzos de las autoridades nacionales, de las sociedades médicas especializadas comprometidos en el Comité Nacional de Coronavirus; y nada menos que hasta a la autoridad sanitaria internacional (la Organización Mundial de la Salud, OMS)?
Hay que tener muy buenos argumentos para andar por ahí, propalando la especie de que la pandemia que representa la enfermedad por el coronavirus es sólo una alarma innecesaria con la que el País estaría jugando a provocar una gran crisis económica nacional; y dizque hasta un intento del Gobierno para que sean pospuestas las elecciones municipales que están programadas para el próximo domingo, entre otras leyendas urbanas.
Es correcto pensar y actuar frente a que la pandemia del coronavirus, quizás más que cualquier otra epidemia en la historia sanitaria moderna, podría tener un impacto nocivo sobre la economía, el deporte, la industria del espectáculo, el ocio y el entretenimiento, así como sobre otras actividades que conforman la vida de los pueblos. Prevenir la enfermedad es trabajar para contener su propagación.
Es que la visión economicista otorga prevalencia a la economía sobre la salud. La consecuencia inmediata sin embargo, es que mientras el sistema de salud colapsa por desbordamiento de la demanda de servicio por una población enferma, también conlleva el descalabro del aparato económico.
Entonces es innegable que, salvo prueba en contrario, el primer bien o activo que tiene cualquier persona es la salud, porque sin salud peligra la vida; y sin vida no hay nada. Si a ese concepto universal se le diera un sentido social, entonces se diría que la salud colectiva es el bien más importante de los pueblos. Derivados de esa realidad de perogrullo y en aras de garantizar la salud colectiva, los estados representados en la OMS han consensuado y plasmado unos principios de políticas de salud que son inviolables e incompatibles con la imprevisión:
1.- La más importante misión de los Estados y los gobiernos es garantizar la salud colectiva, sin menoscabo a los efectos e impacto sobre el aparato productivo del sistema económico. Es que si bien el sistema económico da sostenibilidad material mediante la financiación al sistema de salud, en una relación de causa-efecto-causa cuando el sistema de salud colapsa se debilita el sistema económico a través del ausentismo laboral, la caída de la producción, el descrecimiento, la recesión y la posible estanflación (fruto de la combinación de los fenómenos del estancamiento y la inflación) ¡En fin, se genera un verdadero círculo vicioso!
2.- Llevar a la población información suficiente. La0 necesaria e imprescindible para que las personas y conglomerados humanos puedan asimilar y adoptar medidas de autoprotección, sin las cuales resultaría poco menos que imposible contener ni controlar la propagación de epidemias.
3.- Suministrar a la población información (oportuna, a tiempo, actual…) para que las comunidades puedan disponer de ellas cuando y no después que la necesiten. Esto es perfectamente alcanzable mediante el establecimiento de alianzas estratégicas gestionadas por las autoridades sanitarias con el sector privado de dispensadores de servicios sanitarios y los medios de comunicación, los comunicadores, forjadores de opinión pública y/u opinantes, de lo cual derivaría el siguiente resultado:
4.- Garantizar información veraz, creible y transparente, de suerte que la población general y/o las comunidades puedan construir sus mecanismos de respuestas y autodefensa con base en la certeza de las recomendaciones e informaciones que en verdad las orientan y necesitan, sin recibir los estragos del pánico que transmiten el rumor y las noticias falsas.