El 25 de noviembre nos sigue recordando la violencia contra la mujer y los absurdos feminicidios que amenazan con ganarnos la batalla en su erradicación.
La idealización del amor romántico es una de las causas de la violencia de género, según los expertos Ferrer y Bosch. Desde niñas, los cuentos infantiles y las historias de Disney, enseñaron a las mujeres a esperar a un “príncipe azul” para ser felices para siempre.
Ese salvador, luego que aparece, se instala en las vidas de millones de mujeres convirtiéndose en una bestia abominable que las humilla, las enajena, las aniquila y hasta las mata.
El utópico e irreal amor romántico basado en el sacrificio e inmolación de las mujeres, sistemáticamente, se ha reforzado en la literatura y en la música. Romeo y Julieta: una tragedia de muerte, sigue siendo la historia de amor por antonomasia.
La mayoría de las canciones de ayer y hoy siguen narrando dramas similares Amar o morir: hay de aquél que la vida está solo; Si me dejas no vales; Morir de amor; Mátala, mátala, mátala: no tiene corazón, mala mujer.
En amor y desamor, entre encuentros y desencuentros, una generación tras otra ha ido vinculando el amor con la dependencia emocional, el paradigma de la desgracia y la muerte.
Y el toque de gracia lo trae lo música urbana, que cosificando el amor, lo degrada totalmente con su apología de la violencia y la marginación de la mujer.
En otras culturas la música de calle es el grito de los indignados y la oposición a la injusticia. En nuestro país, este género se ha ensañado con todo lo que es dignidad y valor femenino.
Su lenguaje impúdico es el abecedario de los niños y jóvenes de nuestros barrios. ¿Quién pondrá freno a esta tendencia? Hay que dar algún ejemplo o perderemos las nuevas generaciones.
Los países con culturas de igualdad nos enseñan que no se puede incitar a la violencia y a la discriminación impunemente. ¿Hasta cuándo permitiremos que la indecencia se convierta en “arte”? ¿Cuándo diremos, basta ya?!!!