A propósito de Los Tres Ojos

A propósito de Los Tres Ojos

A propósito de Los Tres Ojos

Por razones de trabajo, siendo corresponsal de Associated Press para República Dominicana, conocí la isla Dominica. Luego volví en plan vacacional y lucían dos lugares distintos.

La primera vez conocí el Dominica de la gente, el de la cotidianidad, de la búsqueda del peso y el de las caribeñas disputas políticas.

La Dominica turística tenía un encanto tropical, que evoca las imágenes paradisíacas de mar azul, arena y exóticos cocotales.

Nada que ver con la primera Dominicana, sus problemas de pobreza o los conflictos sociales cotidianos.
El Dominica turística tenía una sonrisa permanente, una intensa dinámica festiva y mostraba como única cada rincón u objeto, aunque fuera tan común como el “moriviví”.

Como todo buenos turistas pagamos 20 dólares para ir a un salto que se veía a la distancia y frente al cual nuestro salto de Jimenoa era una especie de Salto del Ángel en el Caribe. Los turistas se tomaban fotos de tomas formas, aún se usaban más las cámaras convencionales que los celulares.

Los dominicanos que fuimos a la excursión nos mirábamos y sonreíamos y empezamos a valorar nuestro Jimenoa de Jarabacoa o el Socoa de Monte Plata.

Pero lo que más risas nos provocó fue cuando el autobús turístico, ambientado con música caribela, hizo una para en el camino frente a un autobús escolar aplastado por un enorme árbol.

El encanto lo representaba que el guía contaba que ese árbol lo había derrumbado un feroz huracán de los que azotan el Caribe, de proporciones épicas, algo pocas veces vistas, decía el narrador. Las carcajadas nos salieron cuando identificó ese hucarán con David, el que azotó la región en 1979.

Los turistas de otras nacionalidades se tomaron fotos de todos los ángulos frente al aplastado autobús.
República Dominicana está llena de historias, de primicias, de bellezas que con un buen relato pueden ser tan atractivos como las playas y los cocotales, o al menos el complemento perfecto.

Pero no. Nuestro afán se centra en desmeritar nuestro caballo, como si quisiéramos que no se vendiera.
Y ahora pienso en Los Tres Ojos, un espacio subterráneo, con rio flora y fauna que solo requieren un buen relato para ser un atractivo complementario en el turismo de Santo Domingo o el Este cercano.

Y me viene la idea de que ni Medio Ambiente lo valora.



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