Los actos de violencia de todo tipo no dan tregua en nuestro país. Lou Marinof y Daisaku Ikeda afirman que la sociedad contemporánea está enferma de violencia porque se exalta esta expresión de la ira hasta el extremo de la veneración. Se le rinde culto a la violencia tal y como se adora a una deidad.
La veneración de la violencia se expresa en su celebración, cuando se goza con ella y se le difunde a los cuatro vientos. Aunque parezca una exageración decir que se sacraliza la violencia, basta con entrar a Facebook o ver algún noticiario dominicano cada noche. La mayoría de contenidos son de hechos sangrientos y con imágenes violentas.
Nada se expande tan rápido como la violencia y sus manifestaciones. La inclinación al morbo que genera este mal no deja de seducir a muchos seres humanos. Lo que se ve, se piensa, se interioriza, se acepta y crea hábitos y conductas.
Ya en 1991 Dietz y Strasburger en sus investigaciones demostraron el efecto los medios de comunicación en la conducta agresiva, el suicidio, el consumo de drogas y otras actitudes. Estas consecuencias se profundizan sobre todo en los adolescentes y jóvenes.
La televisión, y el Internet se han convertido en agentes primerísimos de socialización humana. Lo que promuevan esos medios será parte intrínseca de los seres humanos que estamos forjando como sociedad. Quizás a ellos les debemos la escalada de violencia imparable expresada en feminicidios, suicidios, homicidios y delincuencia que ya son la cotidianidad dominicana. Quien siembra vientos, cosecha tempestades.
Parte de la solución frente a la violencia la tienen los medios de comunicación y las familias regulando el uso adecuado de las TIC para prevenir contenidos dañinos.
Los países que como Finlandia, Suecia, Dinamarca, Noruega, y otros de Europa, que además de construir el “estado de bienestar”, han hecho grandes avances en la regulación de la exposición de la violencia como forma de proteger a los ciudadanos y a la sociedad. Como ganancia, esos país son los que tienen menos índices de criminalidad y violencia a nivel mundial.
Hay que apostar por medios de comunicación que formen y que promuevan valores, porque, como dice James Olmos, la educación es la vacuna contra la violencia.