Epicuro consideraba que el propósito de la filosofía era la búsqueda de la felicidad, caracterizada por la ausencia de turbación en el alma y de dolor en el cuerpo
Su ética hedonista considera procurarel placer y evitar el dolor como propósito de la vida humana; siempre racionalmente para evitar los excesos.
En ello coincide con los budistas e hinduistas. Pero, hoy muchos pensadores ven la felicidad como un proyecto colectivo que puede alcanzarse cuando una nación pone en el centro de su agenda de desarrollo el bienestar físico y mental.
Los Estados modernos miden su nivel de éxito cuando incrementan su productividad nacional, generan mejores herramientas y servicios que facilitan la vida e incrementan el ingreso per cápita de sus ciudadanos.
Los grandes sistemas de bienestar del siglo XIX, época del desarrollo de grandes potencias industriales como Estados Unidos, Alemania, Francia y Japón, fueron diseñados para afianzar la cohesión social en torno al aparato productivo mediante grandes reformas educativas, de salud y bienestar social.
El Estado de bienestar moderno fue planeado originalmente en torno a un proyecto colectivo de nación y no en el interés individual.
Según el Informe Mundial de Felicidad (ONU 2019, 2020 y 2021) la República Dominicana ocupaba los lugares 77, 68 y 73 en el grado de felicidad de su población; pero este año pasamos a ocupar el número 69, lo que indica que sentimos que somos más felices.
¿Por qué Finlandia, Dinamarca, Islandia, Suiza y Países Bajos, encabezan la lista de países con mayores niveles de percepción de felicidad? Parafraseando a la ONU, porque sienten más libertad, bajísima corrupción, el bienestar como aspiraciones satisfechas y porque los ciudadanos son incluidos en las políticas de gobierno y el crecimiento económico tiene un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado y con ello se promueve el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza y el bienestar de todos.
Como el 20 de marzo de 2023 se celebrará nuevamente el Día Internacional de la Felicidad, no está de más que nos propongamos seguir fomentando valores fundamentales como la amabilidad y la compasión, especialmente en tiempos de conflictos bélicos, pandemias y hambrunas, para alcanzar la tan anhelada felicidad.
Pero, sobre todo, cultivando la necesidad de conocer nuestros derechos y nuestros deberes para hacerlos realidad, fortaleciendo nuestras instituciones y que todos cumplamos nuestro rol. Ese es mi mayor deseo en Navidad y Año Nuevo.