Nuevamente aquí. Semana Santa ha llegado. Y como pasa en las fiestas de fin de año, viene la retahíla de recomendaciones y llamado a la cordura.
Pasan los años y esta repetición me recuerda la expresión “vuelve la burra al trigo”, pues -sin importar la acciones de los organismos de socorro y los miles de voluntarios que sacrifican estos días de descanso- el común de los dominicanos arranca despavorido hacia playas, ríos o montañas, como caballos en una carrera.
Cargados de bebidas y comidas. Cual si fuera el Armagedón. Emprenden la huida. Y esto no es malo realmente. Siempre ha habido migración a los pueblos para estas fechas.
Sin embargo, la intención ha cambiado. Ya no utilizamos estos días con el debido recogimiento y respeto, sobre todo a los demás, que era tradicional décadas atrás.
Las cifras no mienten. Muchos muertos, años tras años, y más enfermos como resultado de los excesos. Y es que todos pensamos que estamos blindados ante la tragedia.
“A mí no me va a pasar nada”, puede pensar la mayoría. Y pudiera ser verdad, pero lamentablemente la ley de la probabilidad puede tocar a cualquier puerta.
Soy de las que piensa que “estar en el medio” en estos días es similar a jugar a la ruleta rusa, pues no sabemos “qué loco anda suelto”.
Esto no quiere decir que nos encerremos por el miedo, sino que actuemos con moderación y precaución. Que estemos atentos.
Que veamos las señales de alerta. Y saber “dejar el blanco” cuando las cosas o personas no van como deberían ir.
Nadie sale a la calle pensando que le pasará algo malo. Pero tampoco podemos pensar que tenemos un “resguardo” para todo lo malo. No es ser pesimista, sino precavido y cuidadoso.
Dejando de pensar “a mí no, pero a los otros sí”, actuando con moderación y respeto a los demás.