Cuando hoy miércoles sean las 6 de la mañana faltarán exactamente 96 horas para que se abran las puertas de los 15,986 colegios electorales esparcidos por todo el territorio del país para escoger al próximo Presidente de la República y los restantes 4,213 titulares de cargos electivos que manda la Constitución.
Vivimos, pues, un momento estelar de nuestra Historia, y como tal, estamos en el indeclinable deber de respetar la ocasión por encima de cualquier interés personal o de grupo.
Aunque todavía a estas alturas quedan algunos escollos por resolver para que la contienda electoral se lleve a cabo en condiciones ideales, es posible que una gran parte de los ciudadanos aptos para ejercer el derecho al voto tengan ya, para sus adentros, su decisión tomada para saber a quiénes favorecerán en los distintos niveles de la votación.
Otros no lo han hecho todavía, tal vez a la espera de que la JCE responda el reclamo de los partidos de oposición para que el conteo general de votos se lleve a cabo por igual en los tres niveles establecidos, conforme al procedimiento manual planteado, aunque ello no implique prescindir del conteo electrónico.
Lo más importante que habría que tomar en cuenta ahora, sin embargo, es que la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas, solo resistirá, como mucho, durante 96 miserables horas más.
Y el tiempo no es elástico, aunque Einstein diga lo contrario.