A contados días de los comicios, el panorama electoral evidencia una total ausencia de sorpresas en cuanto a los resultados de ese evento crucial del sistema democrático. La generalidad de las encuestas de firmas autorizadas registra una ventaja absoluta de la continuidad al frente del Poder Ejecutivo del presidente Luis Abinader.
La oposición ha ido perdiendo números y respaldo y es de presumirse que, en los días y meses posteriores al evento cívico, seamos testigos de un panorama que dejará a los contados liderazgos y organizaciones que la representan en un estado de decaimiento y eventual recomposición como única opción viable para no desaparecerá de manera definitiva y absoluta del panorama.
Tanto el presidente Abinader como sus seguidores se han conducido en un contexto de respeto y de civilidad ejemplar. Su proceder ha estado normado por la coherencia de los hechos y las palabras. No se han producido eventos que muestren aprovechamiento o uso del poder en beneficio propio. A los estrategas del partido oficial les ha bastado una obra de gobierno coherente, de resultados palpables y de significativa mejoría de la vida de los dominicanos.
Es cierto que son muchos los problemas que aún restan por resolver. Pero, quien compara la situación de absoluto decaimiento en que se encontraba la República Dominicana cuando el presidente Abinader fue exaltado a la primera magistratura de la nación y las circunstancias presentes bien puede concluir que el saldo resulta positivo de manera absoluta. Es mucho lo que se ha logrado. El país ha alcanzado verdaderos avances en todos los órdenes.
Mientras, la oposición política luce extraviada, incoherente, sin rumbos definidos y en un estado de absoluto decaimiento y desorientación. Su plataforma electoral y su discurso han sido devastados por los hechos. Pueden atribuirse numerosos defectos, fallas y carencias al ejercicio gubernamental de estos cuatro años, pero sin dudas que el país y los dominicanos pueden exhibir un sinnúmero de logros reales que han encarrilado a República Dominicana hacia un estado de cosas muy alentador si se compara con la situación catastrófica que padecimos en los regímenes de los presidentes Fernández y Medina.
Son los hechos quienes llevan la voz cantante, no la propaganda política. Los dominicanos perciben que la Patria de Duarte se orienta por rutas y caminos de orden, paz, progreso, institucionalidad y soluciones reales de las dificultades y problemas. Un mar de los desmoralizantes eventos del pasado ha ido quedando atrás. La confianza en las actuales autoridades ha crecido sustancialmente y hay mayores atisbos hacia la solución de nuestros numerosos problemas y contrariedades. Hay fe y esperanza, dos atributos que se habían perdido de manera casi absoluta durante los gobiernos precedentes.
Es preciso destacar estos números: inversión de 24 mil millones en 260 obras para mejorar el acceso al agua potable de la población; construcción de tres mil nuevas aulas de preescolar y modernización de 314 liceos politécnicos. Rehabilitación de casi cuatro mil kilómetros de caminos rurales y desarrollo de 16 nuevos corredores viales en Santo Domingo y Santiago. Superación de la meta de siembras en un 31.6 por ciento, beneficiando a 89 mil productores, reducción de la mortalidad materna en un 35 por ciento, edificación de 47 mil viviendas y disminución del tiempo de trámites burocráticos en un 45 por ciento.
Es en estos hechos en los cuales reposan los resultados de los comicios venideros. No es una casualidad. Las evidencias están ahí, y es de éstas que se deriva la percepción de los resultados que a nadie van a sorprender.