César, en tu artículo del miércoles leí tu temor de que la actual coyuntura política culmine en otra salida conservadora.
Hablas de las diversas oportunidades que hemos tenido, “con potencial para democratizar el país” desde una perspectiva progresista; y que lejos de ser aprovechadas, esas oportunidades han sido frustradas por la reacción para mantener el país, el quehacer político y el ejercicio del poder estatal, en los viejos moldes del conservadurismo.
Frente a un intelectual de tu talla, debo apelar a ciertos conceptos y categorías de la doctrina. Se sobreentiende que, a los cambios en la base de la sociedad, deben seguirles los cambios en la superestructura.
Aunque la segunda tiene relativa autonomía respecto a la primera. Así, mientras en la base económica, ya no somos la vieja sociedad semifeudal, ni el país eminentemente agrícola de otras épocas, en cambio, en la política y el ejercicio estatal, aspectos importantes de la superestructura, gravitan los hábitos, normas, la cultura de la vieja sociedad caudillista de Concho Primo.
Las reformas que se han logrado, siempre son viciadas por alguna traba que las hace ineficaces. Ejemplo: la Constitución de 2010, es más avanzada que la Constitución balaguerista de 1966, pero la del 2010 también impide la reforma mediante la constituyente por voto popular; contempla el plebiscito consultivo, pero excluye el revocatorio, y tampoco hay una ley que permita poner en práctica el consultivo.
Cada vez que ha habido la posibilidad de la renovación política, el conservadurismo la bloquea. Por la fuerza, como en septiembre de 1963, o mediante maniobras ejercidas desde la cúspide de la sociedad y del poder político.
Y lo peor. A veces lo conservador se impone favorecido por la indiferencia de lo avanzado y lo progresista. En las elecciones del 20 de diciembre de 1962, que ganó Juan Bosch, la izquierda se abstuvo: “revolución primero y elecciones después” fue la consigna. Todo o nada.
La Constitución de 1963 se discutió durante meses y apenas hubo un esporádico pronunciamiento de la izquierda de entonces.
Por más que se diga, el cambio de 2020 creó un mejor ambiente para luchar por las reformas que la necesaria renovación política demanda. Es un grave error mantenerse ajeno a esa tarea.
Comprendo tu preocupación, César. Tu sabes bien que en coyunturas como la presente, si lo avanzado no llena su cometido, se impone lo reaccionario y conservador. Espero que en el actual proceso, la historia comience a cambiar para mejor.