Si se ha premiado al presidente Juan Manuel Santos con el Nobel de la Paz, debió premiarse igualmente al personaje que, en la búsqueda de esa paz por la cual se reconoce al mandatario, le ha servido de contraparte, al alto mando de las FARC en la persona de su jefe, Timoshenko.
El presidente Santos ha buscado la paz. Se ha jugado su prestigio, ha enfrentado la oposición rotunda y odiosa del sector más reaccionario y militarista de la oligarquía colombiana y ha reiterado que no se rendirá en su empeño. Correcto.
Pero los jerarcas que otorgan la distinción del Nobel debieron ser equilibrados y comprender que no ha habido Santos sin Timoshenko. Sin la gente de la guerrilla, cuyos jefes han logrado lo que a muchos ha causado sorpresa.
Personalmente viví una experiencia que, sin las proporciones del caso colombiano, puede servir de referencia.
En los años setenta del siglo pasado, militaba en el Movimiento Popular Dominicano, que había asumido una línea insurreccional frente al régimen balaguerista. A pesar de los golpes recibidos, el MPD no retrocedió y esa postura irreductible condicionó a su militancia.
Al cabo de varios años y como el gobierno se había impuesto y era imposible derrocarlo, la dirección del partido dispuso un cambio y quiso pasar al uso de los medios legales frente al régimen. Ya la militancia estaba condicionada por la política anterior, el liderazgo emepedeísta no hizo el trabajo de persuasión correspondiente y el cambio brusco causó una costosísima división.
Es verdad que por los severos golpes padecidos, la imposibilidad evidente de vencer las fuerzas del Estado, las escasas perspectivas de éxito de una lucha armada que contribuyeron a desprestigiar algunos métodos condenables de la propia guerrilla, y una situación internacional cada vez menos propicia, los jefes de las FARC no tenían muchas opciones a qué apelar si rechazaban la posibilidad del acuerdo.
Aún así, hay que reconocerles el esfuerzo para persuadirse a sí mismos, y luego desmontar la sicología de guerra de miles de combatientes que llevan décadas alzados en armas, algunos de ellos que no han hecho otra cosa en su vida sino pelear.
Además, esos jefes han aceptado entregar las armas, han pedido perdón a las víctimas. Pondrán los bienes de la guerrilla a disposición del resarcimiento de las víctimas. Entonces, ¿ por qué sí a Santos y no a Timoshenko?