Nuestra juventud desencantada

Nuestra juventud desencantada

Nuestra juventud desencantada

Mientras el mundo se debate en un dilema que pudiese acabar en un conflicto bélico de consecuencias impredecibles, me aparto y reflexiono sobre el porvenir incierto de la atormentada juventud dominicana.

Fueron nuestras costas del norte de la isla las que Rodrigo de Triana avistó en 1492, para dar a Cristóbal Colón el título de descubridor de un Nuevo Mundo.

Acontecimiento de gran orgullo para nuestra isla: este minúsculo pedazo de tierra inserto en el vasto espacio del macro-cosmos, que fue de gran importancia para la Corona Española tan sólo durante los primeros años después de su descubrimiento.

Puesto que muy pronto nuestro colonizador desvió su codiciosa mirada hacia la Gran Tierra Firme, atraído este por la riqueza aurífera de aquellas tierras que además enarbolaban una vastísima cultura milenaria indígena, y que no pudo destruir ni abandonar, tal como ocurrió con la cultura paleolítica de nuestros ingenuos y primitivos aborígenes, depauperada en muy corto tiempo por los colonizadores mismos.

Fue este el inicio de una desafortunada historia de depredación de todos nuestros recursos, como también de desaciertos, de abandono, de abulia colectiva, pero muy especialmente fue la génesis de nuestra etnia actual -el mulato dominicano.

Mestizaje entre el blanco europeo, el negro esclavo importado de África, unidos estos a la escasa sangre indígena restante tras el exterminio por los españoles de esa población que pacífica y libremente poblaba nuestra Quisqueya.

Han transcurrido 524 años de esta relativamente joven historia, para llegar al día de hoy, a la decepcionante incertidumbre de identidad del pueblo dominicano.

Somos el producto de ese infeliz pasado unido más tarde a múltiples revoluciones, a golpes de Estado irracionales, sumado todo a los nefastos efectos de una férrea dictadura de 31 años, que tanto sirvió para unirnos como pueblo, como también para hundirnos en las profundidades de la impotencia y de un vergonzante servilismo que perdura hasta nuestros días.

A los datos antes expuestos, debemos añadir el histórico y persistente problema bilateral con nuestros impredecibles e incomprensibles vecinos haitianos, debido a la total desemejanza cultural entre ambos pueblos.

Como incidental y aclarando, me permito añadir algunos datos sobre la fascinante historia de aquel pueblo vecino que fue otrora la colonia francesa más próspera del mundo durante los siglos XVII y XVIII, Saint-Domingue Français como era denominado lo que es ahora Haïtí.

Tras catorce años de bien planificados levantamientos, los valientes esclavos africanos se liberaron ferozmente de sus oprobiosas cadenas de la esclavitud francesa en 1804, para proclamarse en lo que hoy se conoce como la primera República Negra de América.

Después de lo cual se convierte aquel país, para su desdicha, en “la más pobre y retrasada nación del hemisferio”. Miseria que toca compartir a nuestras clases más desposeídas con los vecinos inmigrantes.

Empero, esta continua intervención pacífica tiene lugar ante la mirada indolente de nuestras autoridades, apostadas en la defensa de una frontera descaradamente abierta. Y peor aún, nuestros políticos continúan negociando con aquellos altos personajes haitianos, a sabiendas de los múltiples engaños y triquiñuelas de que son capaces los vecinos.

Esos mismos insaciables políticos de alto nivel que ahora llenan sus arcas para asegurarse de un futuro ostentoso en el extranjero y lejos del “pandemónium” que dejarían tras de su partida. Aumentan sus cuentas bancarias, adquieren viviendas suntuosas en Miami o en cualquier exótico destino, advirtiendo la infausta fusión de ambas repúblicas, sin temor alguno de sufrir un exilio penoso .

Y nosotros sus connacionales, ingenuos ciudadanos orgullosos de ser dominicanos, que no supimos defender nuestros derechos, nos veremos sumidos en una Torre de Babel identitaria sin una salida virtual a esa cruel situación permitida por ellos.

Entonces pues, ¿ qué podríamos exigir a nuestra juventud que aún se encuentra confundida y en busca de una auténtica identidad, sea por falta de una profunda base familiar y educativa, sea por la apetecible carnada ofrecida por el consumismo norteamericano? No es de extrañar pues que deseen buscar en tierras extranjeras lo que no encuentran en su país .

Un país a la deriva en manos de autoridades corruptas, incultas, ausentes para suplir las necesidades de un pueblo que les otorgó el derecho a los grandes privilegios de que disfrutan.

Por Dios, muchos de esos jóvenes ahora estudiantes u oficinistas se preguntan sobre la ventajas de tantos años de estudios y de honestidad, cuando ven a su alrededor que algunas personas, aun sin estudios superiores, pero con el único mérito de pertenecer a un partido político en el poder, pueden disfrutar de todo lo que con gran esfuerzo logran aquellos que viven en el extranjero, siempre laborando a cambio de una justa remuneración .

Es por eso que ruego no se acuse a esos jóvenes ni a sus padres que los respaldan, ni que tampoco sean vistos como indolentes por el mero hecho de seguir los caminos trazados por la numerosa diáspora que desde hace muchos años ha dejado la amada tierra sin horizonte, en aras de un porvenir honroso para ellos y sus familiares.



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