¿Paternidad o monstruosidad?

¿Paternidad o monstruosidad?

¿Paternidad  o monstruosidad?

Altagracia Suriel

Los niños y niñas de todas las culturas, de forma ancestral, han vivido el miedo a personajes terribles de las historietas infantiles que revisten forma de monstruos, bestias, ogros, cucos o villanos que representan la maldad en esa eterna lucha entre el bien y el mal que se libra hasta en los cuentos de hadas.

Para miles de niños y niñas en nuestro país ese monstruo imaginario de los cuentos no es una ficción, lo tienen en su casa, porque es su propio padre.

Todos quedamos más que estupefactos con el padre que envenenó a sus dos hijas por problemas conyugales con su pareja. Aunque una de las hijas, luchando por su vida le pedía: “Papi, no me dejes morir”, ese, en quien esas niñas veían su salvación, en vez de compadecerse, buscaba por todos los medios acabar con sus vidas por una venganza absurda que le robó toda su humanidad.

Pero el colmo de la monstruosidad es el padre que intenta violar a su hija invocando un derecho a abusar de ella, justificando su acto en que la mantuvo por años.

Los cristianos asocian este tipo de hechos a los tiempos apocalípticos o al fin del mundo. Los que hurgamos en la filosofía, ante tanto salvajismo, remembramos al griego Hesíodo que en “Los trabajos y los días” hablaba de las edades de la civilización describiendo una edad de hierro donde se desconocerían los lazos que unen a padres e hijos e imperarían el irrespeto y la violencia generalizada.

Frente a estas monstruosidades cometidas por los propios padres en contra de sus hijos, la sociedad tiene que dar castigos ejemplares y con gran repercusión publicitaria en medios de comunicación para que nadie olvide esas aberraciones que cuestionan y desdicen de la condición humana.

Por suerte también hay ejemplos extraordinarios de la paternidad como responsabilidad, cuidado, protección, seguridad y amor. A veces, ser padre hasta puede ser la redención de un hombre. Para Pochy Familia, su hijo fue su salvación de la depresión y del alcoholismo. La paternidad debe ser una bendición, no una maldición.



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