Luego de que su discografía se internacionalizara, premiado en 1968, por la Academia Charles Cros, en Francia, el éxito de “A desalambrar” (1970), la censura fue cerrando el paso en ascenso en la música popular y finalmente vino la prisión de Daniel Viglietti, en 1972, cuya campaña por su liberación desde el exterior fue encabezada por figuras de la literatura como Miguel Ángel Asturias, Jean Paul Sartre, Julio Cortázar y personalidades como Oscar Niemeyer y François Mitterrand, entre otros.
En sus años de formación musical, Viglietti llegó a participar con Alfredo Zitarrosa, Los Olimareños y José Carbajal, los renovadores del folklor en el Uruguay. Sus primeros escenarios en el canto contestatario tuvieron lugar en teatros, universidades y sindicatos, en medio de la persecución política y el desarrollo de las luchas populares.
Locutor de radio, al estilo de Alfredo Zitarrosa, paulatinamente se convirtió en cantautor, ambos con estilos radicales, forzado al exilio sin piedad, pero sin arrepentimiento.
En Francia, cierta vez declaró ser admirador profundo de Igor Stravinski, pero también de Atahualpa Yupanqui.
Amigo íntimo de Mario Benedetti, al estilo de los uruguayos que aman el fútbol, el cielo gris y la guitarra. Gran parte de sus composiciones son reflejos de su entrañable amistad. “A dos voces”, con Mario Benedetti, en 1985, fue una de sus composiciones más recordadas.
Los encuentros de ambos en el exilio, fueron inspiradores para el compositor y para el poeta, este último escribió en 1987 Daniel Viglietti: “Desalambrando”.
Musicalizó versos del poeta peruano César Vallejo, la poetisa uruguaya Circe Maia (Montevideo, 29 de junio de 1932), los españoles Rafael Alberti y Federico García Lorca, el cubano Nicolás Guillén. Su canto lo puso al servicio de los humildes, los obreros; denunció las dictaduras de Latinoamérica, las represiones de movimientos de izquierda y celebró con su canto las costumbres americanas.
Los conciertos en los que ha participado son innúmeros. Infinidades de festivales, interminables encuentros de la nueva canción, junto a autores como Eduardo Galeano, Mario Benedetti y Juan Gelman. El regreso de Viglietti a su país, en 1984, fue todo un acontecimiento.
En 1995 le fue concedido el premio Juan José Morosoli en la categoría Música Popular (Minas, Uruguay). Recientemente estuvo en Venezuela, por la conmemoración de los ocho años del regreso al poder del presidente Hugo Chávez.
Mario Benedetti publicó el libro Daniel Viglietti. Pero lo más triste de todo es que nunca ha estado en nuestro suelo. Ni siquiera ha sido considerado para las Ferias de libro que se celebran con aciertos y éxitos, o los festivales de la canción de protesta.
El proceso musical dominicano va en otra dirección: corrupción de la música popular.