Según como evolucionamos y nos desarrollamos, así cambia la esencia de las ideas que en cada tiempo vamos teniendo del mundo, sobre de lo humano, de las patrias, etc., sedimentándose como períodos geológicos sobrepuestos y distintos, creciendo nosotros en ellos, como si el pasado mientras más remoto menos existiera.
La revolución de nuestros tiempos para ser, lo primero que necesita es el cambio en sus paradigmas tradicionales, hacer algo más que lo que Regis Debray quería en su tesis de Revolución en la Revolución, y más cerca de la tesis de Trosky de la Revolución Permanente, en la que ahora el conocimiento avanzado será el núcleo principal, detonante de todas sus otras potencias, corrigiéndonos, venciendo rezagos y compitiendo por dirigir nuestros procesos.
Hoy dentro de múltiples escenarios vivimos momentos estelares en la transición global donde en la izquierda tradicional no aportamos nada, en la indigencia que poseemos frente a los oleajes geopolíticos que nos afectan en todo el continente.
Sus antagonismos en el país no se manifiestan socialmente, sino dentro del partido y el gobierno que este gobierna, con su composición binaria, que harán crisis por la posesión del liderazgo, del patrimonio, y por el dominio del presente y futuro nacional.
Crisis en la que los ciudadanos debemos intervenir, por ser la expresión primaria en este proceso de antagonismos mayores, en los que se decidirá nuestro futuro.
La historia vale si sirve de maestra, haciéndonos reflexionar actuando, haciendo la nueva que nos corresponde. Testimonialmente para tal meta relato: Era más de la media tarde del 14 de junio de 1959.
Algunos accidentalmente estábamos debajo de la trayectoria que traía aquel inusual avión que solitario volaba sobre la zona norte y montañosa de Bonao, internándose en dirección a Tireo, aterrizando después en la pista del aeropuerto de la Aviación Militar Dominicana (AMD) en Constanza. Mientras lo veía me decía ¡llegaron!, ¡llegaron!, estremecido.
Sabía que igual pero distinto, lo veían los ojos de “Petan” Trujillo, Amadeo Pellice, José Cepeda, comitiva y escoltas que antes, por la entrada de la “Jagüita” había visto ir hacia la Hacienda Caracol, vecina de los terrenos de mi padre en los que nací.
Era Bonao un feudo trujillista en manos de Petán, hermano del jefe, Teniente General del Ejército Nacional, empresario relativamente desarrollista, quien ejercía su poder controlando la comarca vegana que abarcaba los territorios de: La Cumbre, Villa Altagracia, Piedra Blanca, Maimón, Cotuí, Bonao, La Vega, Jarabacoa y Constanza; extendiéndose sobre Moca y San Francisco de Macorís, en aquel tiempo todas completamente movilizadas en rechazo de la “invasión” que se esperaba; siendo Bonao, el Castillo del Príncipe, su centro de operaciones, aunque fuera La Vega la capital provincial y la 18.ª compañía del Ejercito Nacional su principal fortaleza.
Petán no era un patán. Poseía arraigo político caudillista regional propio, que reforzaba con La Voz Dominicana, radio-televisión.
No era para subestimarle en la comarca movilizada política y militarmente (recordar a Los Cocuyos de la Cordillera, ejército paramilitar privado) después del discurso de Trujillo en el que sentenció: “Volarán sesos y barbas como mariposas”.
Seguidas de innúmeras manifestaciones de lealtad a Trujillo y una campaña mediática gigante sobre aquella sociedad agrícola patriarcal que éramos y que él encarnaba, desafiado por aquellos que llegaban, por el exilio y por otros gobiernos.
Éramos mozalbetes rebeldes, minoritarios, aislados en el “hielo” social que se nos hacía, pero penetrados del mismo espíritu de los que llegaban y muy orgullosos de él, pero dispersos, sin conexión orgánica previa y menos con quienes hacían la expedición, hasta después, cuando un sector del clero católico nos fue articulando y se produjo la Pastoral que leyó monseñor Panal en la cara de Trujillo, y que presencié privilegiadamente desde la sacristía de la vieja catedral, vestido de monaguillo, creyendo que allí se iba a acabar el mundo, pero no, Trujillo se mantuvo impasible.
En La Vega existía, desde cuando el general Juancito Rodríguez (otro terrateniente enemigo de Trujillo), una fuerte corriente antitrujillista reprimida, la que me conquistó y me conectó con Salcedo, donde el paradigma nuevo crecía difundiéndose, el que habían traído como causa y razón los expedicionarios.
Los Estados Unidos para salvar al trujillismo, mataron a Trujillo, heredándolo.
La gesta del 14 de Junio nos la robaron, junto a los héroes supervivientes, modelos nacionales que fueron y son; desnaturalizando sus auténticos méritos, confundiendo su ejemplo, igualándolos con quienes ni lo fueron ni lo son, sino sus antípodas en el antipatriotismo. Nuestros héroes y mártires fueron y son humanos.
Honremos hoy la epopeya que iniciaron aquella tarde del 14 de junio de 1959, la que nos dio patrias nuevas, distintas y razones para continuar luchando por ellas, nuevas cada día, como el pueblo, quien con ellos lo aprendió, haciéndolo nosotros, sin ofender ni ofendernos, persiguiendo la utopía, nuestro arco íris, sin acorralarnos dentro de la sucesión de Eras de Trujillo que desatanizan al primero.