San Agustín no fue sólo un santo y doctor de la iglesia. Es un faro que alumbra sin apagarse. Sus ideas y principios siguen iluminando la realidad del poder.
De él aprendemos que hay que aspirar a construir la ciudad de Dios aquí en la tierra, que el ciudadano debe someterse a las leyes, que un Estado sin justicia es un latrocinio, que la riqueza es expresión de injusticia y que la guerra se vence con la paz.
1. Aspirar a la ciudad de Dios:
En su obra La ciudad de Dios, san Agustín plantea que, aunque la vida terrena está llena de limitaciones humanas, estamos llamados sobre todo desde la política, a construir un reino de paz, justicia y amor, expresado en caridad, emulando los valores del cielo. Gobernando bajo el imperio de la justicia, el Estado debe asegurar para los ciudadanos una vida buena y virtuosa.
2. Sujetos a las leyes:
Para san Agustín, en la ciudad terrena, es decir, en la realidad temporal, todos estamos sujetos a vivir bajo las leyes que organizan y armonizan la vida social. El cumplimiento de las leyes y su amor por ellas es el distintivo de un buen ciudadano.
3. Sin justicia el Estado es un latrocinio:
San Agustín pensaba que un Estado sin justicia se asemejaba a una banda de ladrones. Es decir, la injusticia convierte el ejercicio del poder en un latrocinio. En tal sentido, afirmaba: “Sin la justicia, ¿qué serían en realidad los reinos sino bandas de ladrones?, ¿y qué son las bandas de ladrones si no pequeños reinos?”.
4. La injusticia de las riquezas:
Para san Agustín las riquezas son intrínsecamente injustas porque los que a unos les sobra es lo que a otros les falta y mientras el rico vive en la abundancia, el pobre se muere de miseria.
5. La guerra se vence con la paz:
San Agustín creía que toda guerra es injusta y malvada. Afirmaba que “acabar con la guerra mediante la palabra y buscar o mantener la paz con la paz y no con la guerra es un título de gloria mayor que matar a los hombres con la espada”.