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2026: retos y aspiraciones

El año 2025 deja un panorama complejo: estabilidad macroeconómica en República Dominicana y crecimiento moderado en América Latina, pero también la urgencia de enfrentar, en el 2026 que se aproxima, múltiples desafíos sociales que amenazan la cohesión y la dignidad de las comunidades.

República Dominicana se consolidó como una de las economías más dinámicas del Caribe, caracterizada por indicadores de exportaciones récord, inversión extranjera en niveles históricos y el empleo formal en expansión, indicadores que marcaron el pulso del año.

En esta realidad entran en juego factores como la educación de calidad, la expansión y el fortalecimiento de la formación técnica profesional, formalización del empleo, mejora de los servicios públicos, salud, alimentación, vivienda, transporte y otros tantos elementos, algunos de los cuales marchan a muy buen ritmo y otros continúan como grandes desafíos de políticas públicas de las últimas décadas en el país.
Esa aspiración también se ve tensionada por la persistencia de la violencia social y la violencia intrafamiliar, que en 2025 ocuparon un lugar central en la agenda pública.

Concluye este año con un saldo doloroso, porque la violencia social afecta a niños, niñas, jóvenes y mujeres golpeadas por hechos que revelan tanto la fragilidad institucional como la necesidad de un reencuentro con en el compromiso individual, familiar y social, así como la urgencia de respuestas colectivas.

Entre enero de 2015 y octubre de 2025 se acumularon 842,288 denuncias por violencia de género, intrafamiliar y delitos sexuales, lo que, de acuerdo a diversos estudios e informes, revela que cada seis minutos una mujer es víctima de violencia en el país. Estos datos son estremecedores.

Expertos coinciden en que la violencia social en República Dominicana está marcada por la impunidad, que debilita la confianza en la justicia; la débil protección institucional, especialmente para mujeres y niños y la peligrosa normalización social, que convierte la violencia en parte del día a día en comunidades vulnerables.

Contra todo esto hay que luchar sin tregua, como también debe ser permanente el combate a la corrupción administrativa, que incluso penetra en áreas tan sensibles para el crecimiento humano y social como el de la salud, y no hay que entrar en detalles, porque solo bastaría citar el escandaloso, burdo y brutal caso del valiosísimo Seguro Nacional de Salud (Senasa).

El 2025 deja claro que la violencia de cualquier tipo no sólo se mide en cifras, sino también en el impacto ético y emocional que genera en la sociedad, en la que asaltos, violaciones, muertes, agresiones entre miembros de una familia y robos al erario, dejan profundas e imborrables huellas.

Transformar los avances económicos en derechos efectivos y bienestar compartido, y garantizar que la paz prevalezca en los hogares se convierte en un desafío para que se pueda hablar de un desarrollo auténtico, capaz de dignificar la vida y proyectar un futuro más justo para todos.

El balance de 2025 refleja que el crecimiento económico no basta y que la verdadera medida del progreso está en cómo se traduce en inclusión, justicia social y sostenibilidad.

De cara al 2026, República Dominicana y América Latina tienen la oportunidad de consolidar un crecimiento inclusivo, que reduzca brechas y fortalezca la cohesión social; combatir la violencia social e intrafamiliar, como condición indispensable para la convivencia pacífica y el buen vivir.

También, de impulsar la sostenibilidad ambiental y el acceso equitativo a servicios básicos, como pilares del desarrollo humano y, necesariamente, construir un mundo mejor, desde la cooperación regional, la innovación tecnológica y la participación ciudadana activa.

Hay que dar la bienvenida a un año 2026 que se espera cargado de oportunidades, crecimiento, desarrollo y progreso, pero también lleno de retos. ¡Adiós, 2025!

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