La degradación social en la que vivimos ha llegado a tal nivel donde las acciones incorrectas son normalizadas, hasta el punto de ver cómo parte de la clase política apoya y legitima actos delictivos de algunos de sus representantes.
Un ejemplo reciente de esto es la decisión de la Fuerza del Pueblo de llevar a Julio Romero como candidato a la alcaldía por Santo Domingo Este, un hombre que admitió en televisión nacional que estuvo con una menor de edad y que usó su poder, y, posiblemente, el dinero nuestro, para manipularla a ella y a sus padres con promesas de comprarles «villas y castillos».
Alguien debería decirle a la dirigencia de la Fuerza del Pueblo que apoyar un confeso abusador sexual de menores, aun no tenga un juicio abierto ni haya sido condenado, convierte a este partido en cómplice moral.
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Sería interesante saber cuáles son los criterios y valores por los que esta organización política se rige para seleccionar un candidato. Es que acaso la memoria selectiva llevó a la dirigencia de la Fuerza del Pueblo a borrar el año 2009, cuando la periodista Alicia Ortega destapó el escándalo y Romero se vio acorralado y admitió frente a las cámaras haber tenido una relación con una menor de edad.
¿En qué momento los partidos políticos pasaron de postular a líderes comprometidos con el bien de la nación, honrados, intachables, con buenas ideas, a postular violadores sexuales, pedófilo, narcotraficantes, corruptos… en fin, el estierco más bajo de la sociedad?
Pero, vamos a estar claros, cómplices no tan solo son los que se atreven a proclamar y poner en su boleta a este personaje como candidato, también los que por dádivas darán y han dado su voto por él, a los que por omisión dejamos que gente como él sean quiénes nos dirijan, en fin, al final a todos nos toca nuestra parte.
Ya es hora, que como ciudadanos conscientes hagamos un alto y reflexionemos acerca de quiénes son las personas o partidos políticos que merecen nuestro voto, esa es nuestra única forma de castigar a los corruptos y delincuentes que se cobijan bajo la sombra de una candidatura para continuar con sus andanzas.
Si el exlegislador se burló de la justicia y de la dignidad de una adolescente y salió impune, catorce años después, es nuestra oportunidad de castigarlo con el rechazo social, recordándole a él y a sus cómplices, las veces o los años que hagan falta, que nadie está por encima de la ley.