En esta fecha se cumplen 100 años de devoción a la Virgen de la Altagracia, madre espiritual y protectora de nuestro pueblo.
Este aniversario es un regocijo para los dominicanos y una oportunidad para reafirmar la fe siguiendo el ejemplo de una joven humilde de Nazaret, que se entregó a la Voluntad Divina desde la aceptación y el abandono total en el Dios que todo lo puede.
La Llena de Gracia nos recuerda una vez más que la grandeza y la gloria están en lo sencillo, en el servicio y en la fe en el Dios que obra en nuestras vidas y en la historia humana.
María trae a la luz al Jesús compasivo y misericordioso que es aliento y sosiego del alma y que en las horas tristes nos dice: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28).
María sigue siendo la madre que se conduele de sus hijos y por ello intercede por nosotros como en las Bodas de Caná de Galilea.
Así como le dijo a Jesús: “No les queda vino”, le sigue presentado a Él nuestros sufrimientos, enfermedades, penas y angustias para que siga obrando el milagro más grande: la confianza total de que, aun en medio de las luchas y tormentas, Jesús nunca nos abandonará.
Este aniversario nos invita a confiar en la protección de la Virgen siguiendo la exhortación de los obispos dominicanos, que nos piden que, en estos momentos de enorme dificultad como país, los fieles pidan a María «que no nos prive de su protección, que no nos deje solos».
Que, como pueblo, sigamos recibiendo la protección de la Virgen de la Altagracia. Que su bendición llegue a cada rincón de República Dominicana, porque, como dicen nuestros obispos: «nuestro país ha sido y es bendecido por Dios y creemos que lo es, por haber plantado en nuestra tierra, por primera vez en el continente americano, la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, y por habernos dejado a María, su madre, como Patrona del pueblo dominicano».